La polémica sobre el velo en
Francia: contenido y consecuencias
Conferencia impartida por Doña Sophie Bessis en Gijón el 26 de octubre de 2004, dentro de las Jornadas Ley contra el uso de signos religiosos en la escuela pública francesa ¿era necesaria?
Excelentísima señora
vicepresidenta de esta comunidad autónoma, Doña María José Ramos, queridas
amigas, señores y señoras, tenemos entre nosotros, y es un honor, a Sophie
Bessis.
Sophie Bessis, que ha
formado o forma parte de consejos de expertos estatales, suele atribuirse el
currículo de periodista. No sé muy bien a qué se debe ese énfasis suyo en
declararse periodista; en realidad, Sophie Bessis tiene un currículo entre
historiadora, antropóloga, socióloga y politóloga; ése es su lugar, el enjeu
donde ella realiza su trabajo. Comenzó a trabajar muy pronto —encontramos textos
de Sophie Bessis en muchas obras colectivas desde la década de los 80—, y el
tema que empezó a trabajar fue el estado de las mujeres en los entonces
llamados ‘países del mundo Sur’. Algunos de estos escritos, concretamente tres
libros muy importantes, han sido traducidos. Uno de ellos, escrito en
colaboración en los años 90, trata de la situación de las mujeres en el Magreb
(Mujeres del Magreb, Editorial Horas y Horas, 1994) y probablemente es,
entre la bibliografía en español sobre la situación de las mujeres en los
países islámicos, una de las obras más serias y solventes. Por este libro y por
ser reconocida internacionalmente como experta en el tema de las mujeres en los
países árabes, en un momento en que se quería a personas con interlocución
capaces de contar de primera mano esta situación, Bessis fue llamada como
experta a comités franceses e internacionales para que hablara sobre esa
cuestión. Además, Bessis ha intervenido en todas las conferencias
internacionales de la mujer o feministas que se han celebrado. Es decir,
estamos ante una experta internacional reconocida como tal en todos los foros
que son pertinentes.
Otro de los lugares teóricos
donde Bessis trabaja, otro de los sitios de investigación en los que se mueve,
es el tema del reparto de recursos y el tema del hambre en el tercer mundo (El
hambre en el mundo, Talasa Ediciones, 1992). También éste es un tema que
siempre se abre, siempre se reabre, jamás se cierra. Los trabajos de referencia
sobre el hambre son los de Amartya Sen, pero tras ellos los más significativos
son los de Sophie Bessis, en los que de
nuevo exhibe una competencia reconocida de alguien con criterio y autoridad.
El último libro que ha sido
publicado en español lleva el título de Occidente y los otros, historia de
una supremacía (Alianza Ensayo, 2002) y se podría comparar, en cuanto al
tipo de ambición teórica, con los libros de Huntington o los de Beck. Se trata
de un libro enormemente ambicioso, extraordinariamente bien concebido y bien
escrito, donde se mantiene una tesis poco autocomplaciente.
Bessis está especializada en
hacer una cosa que es un poco falsa y que yo voy a develar: utiliza siempre una
cierta extraterritorialidad que es verdadera sólo hasta cierto punto. Sophie
Bessis es tunecina, su familia remotamente es una familia judía y ella exhibe
esta extraterritorialidad; ella dice: “yo no soy del todo francesa, yo no soy
del todo occidental”. Bueno, esto es coquetería pura y dura. Bessis es una
intelectual francesa con todos los marchamos y todas las etiquetas de rigor, y
yo me he podido asegurar durante la comida de que no se sabe el tercer
mandamiento de la ley mosaica… Pero es cierto que ella utiliza muy bien esta
extraterritorialidad, porque esa ficción de lejanía más o menos verdadera le
sirve para tener una mirada aceptable, al igual que otros intelectuales de
parecido origen, como por ejemplo el recientemente desaparecido Jacques
Derrida.
En cualquier caso quiero
decir que tener a Sophie Bessis entre nosotras es una gran iniciativa de la
Asociación de Mujeres Progresistas ‘Sara Suárez Solís’ y de la Tertulia
Feminista Les Comadres, que lo han propiciado. Cuando me dijeron que iba a
venir tuve una gran alegría porque es una pensadora a la que sigo desde hace
tiempo; además creo que es importante mettre en valeur lo que hace, y yo
por mi parte estoy dispuesta a que así sea. Es muy importante tejer una red de
debate donde puedan ser llevadas a término ciertas complicidades teóricas
fuertes. Para mí es un grandísimo honor estar con Sophie Bessis, una persona a
quien admiro, como también admiran todas las personas que aquí conocemos su
obra.
Podría decirles la cantidad
de consultorías que ha hecho para la UNESCO, para cantidad de organismos para
los cuales trabaja, la cantidad de países que requieren sus servicios… denlo
por sabido; son muchos, porque ella es extraordinariamente competente. Y sin
más le paso la palabra.
Muchas gracias.
Nota: Con posterioridad a esta conferencia, en el año
2005 Sophie Bessis se ha convertido en la primera mujer ganadora del Premio
Internacional de Ensayo Jovellanos por su obra Las emergencias del mundo:
economía, poder, alteridad.
Conferencia
de Doña Sophie Bessis
Amelia, muchas gracias por
esta presentación que me obliga a procurar que mi discurso sea lo más
interesante posible. Gracias a las que me han invitado y a todas las que habéis
venido a escucharme.
Quisiera matizar lo que
Amelia ha dicho en su presentación de que soy una intelectual francesa: sí y
no, y por eso siempre escribí lo que escribí. Es cierto que soy de cultura
francesa, hice mis estudios universitarios en Francia y actualmente vivo en
Francia, pero pertenezco a los dos mundos y revindico con todas mis fuerzas esa
pertenencia a los dos mundos. Soy alguien del Sur que pasó gran parte de su
vida no sólo en África del Norte, sino en África negra, y África subsahariana
también forma parte de mi formación, de mi sensibilidad, de mi interés; creo
que es difícil comprender lo que he escrito y los campos en los que he
trabajado si no se tiene en cuenta la dimensión que realmente tengo y que
revindico del Sur. ¿Por qué? Alguien dijo hace unos años que había gente
pasarela, gente puente, porque tienen orígenes múltiples; yo justamente creo y
espero ser una de esas personas y reivindico esa parte bastarda, constructiva y
rica de mi cultura, porque la considero muy importante. Una última matización
¿demuestra algo el hecho de no conocer los detalles de la ley mosaica?
Afortunadamente hay judíos laicos y judíos ateos, entre los que me cuento.
También reivindico la banalidad de lo judío…
Pero no es de eso de lo que
voy a hablar, porque me han pedido que hable del tema del velo en Francia, de
la ley y de lo que quiere decir. Si me limitara a hablar de la ley sólo
hablaría tres minutos, porque la ley en Francia sobre el velo tiene 4 ó 5
líneas —es la ley más corta que se ha promulgado en Francia— y se limita a
prohibir los signos religiosos ostensibles en el interior de los recintos
educativos públicos. Punto final. Ese es el texto de la ley. Una vez dicho el
contenido de la ley, para lo cual utilicé medio minuto, ahora vamos a hablar de
otra cosa.
Lo que voy a intentar
analizar es, por una parte, el contexto en el que esta ley se promulgó; por
otra, las razones que han hecho que se promulgara esta ley y, finalmente, el
debate tan intenso que rodeó la promulgación de esta ley en Francia.
Como dijo Amelia ayer en su
conferencia, el problema del velo en Francia, el llamado velo islámico —ella
explicó muy bien que no es un velo tradicional, que es un velo moderno; ya
hablaremos más tarde de ello—empezó a surgir a finales de los años 80, es decir
hace unos 12 ó 13 años. El primer conflicto se produjo en 1989 en una barriada
parisina llamada Créteil, cuando dos chicas que llevaban velo fueron expulsadas
de la escuela. Después de esta expulsión, Lionel Jospin, que era entonces el
ministro de educación, solicitó del Consejo de Estado que determinara si se
podía autorizar el velo. El fallo del Consejo de Estado fue salomónico, es
decir concluyó que si los signos religiosos no perturbaban el funcionamiento de
la escuela pública podían autorizarse y que correspondía a los directores de
los centros resolver los problemas caso por caso.
Lo primero que quiero
analizar es por qué surgió el conflicto a finales de los años 80, y para ello
hemos de remontarnos más lejos. Hasta los años 80 las poblaciones de origen
extranjero en Francia eran relativamente invisibles porque se trataba de una
inmigración de trabajo, esencialmente masculina, y cuyo objetivo real o mítico
era, una vez terminada su vida profesional, volver a sus países. En este marco
se situaban las poblaciones inmigrantes; poblaciones obreras que se suponía
estarían en Francia durante un tiempo, y muy poco familiares. En 1974, Francia,
como muchos otros países europeos, tras haber fomentado la emigración por
necesidades de mano de obra, quiere frenar la inmigración porque empieza una
crisis económica: hay problemas de paro y ya no se necesita a los inmigrantes.
Esto va a generar una paradoja, ya que las poblaciones inmigrantes que ya estaban
deciden quedarse en Francia -en Europa- y, apelando al reagrupamiento familiar,
traen a sus familias. Por tanto, la inmigración se transforma, de soltera y
masculina que era finales de los años 70, en familiar, y pasa (ahora que
incluye mujeres, hijos, familias) de provisional —aunque ese carácter
provisional fuera un mito en el que, no obstante, se creía— a definitiva y nace
lo que se llama segunda generación de la inmigración. Esta “segunda generación”
tiene dos consecuencias: la primera y muy importante es que se hace visible,
pasa de invisible a visible; la segunda es que la instalación definitiva de esa
gente plantea el problema de la integración. Yo no estoy muy de acuerdo con el
término integración, pero lo utilizaré porque analizarlo nos llevaría demasiado
lejos ya que habría que plantearse qué es la integración…
Hay, pues, un cambio de
contexto muy importante en los años 80 y en ese contexto hay que situar la
aparición del problema del velo. Habrá otro tercer elemento que mencionaré más
tarde.
Volviendo al fallo
salomónico de Consejo de Estado, en los años 80 y principios de los 90 hay dos
posturas. Una se basa en que los alumnos que asisten a la escuela deben tener
un comportamiento laico, por tanto hay que prohibir los signos ostentatorios.
La segunda postura es que no hay que plantear el problema así; es la
institución la que tiene el deber de ser laica, no los que la frecuentan: la
institución tiene la obligación absoluta de ser laica pero los alumnos no
tienen que serlo obligatoriamente. Hay pues dos interpretaciones del laicismo.
Luego, en los años 90, después del asunto del velo de Créteil, las cosas se
calman; los problemas que surgen se van resolviendo más o menos amistosamente y
no se vuelve a oír hablar del velo.
El problema resurge en Francia
hace dos o tres años; resurge y se multiplican los problemas con el velo. Creo
que ese resurgimiento se debe a que desde hace poco, sobre todo desde el 11 de
septiembre de 2001, se produce un cambio total de contexto. Afganistán y el 11
de septiembre tuvieron como consecuencia el incremento de la arabofobia en
muchos países occidentales y de una indiscutible islamofobia; arabofobia e
islamofobia que provocaron, de rebote, sobresaltos identitarios de carácter
religioso o de paradigma religioso. En cierto modo el debate sobre el velo está
mediatizado por el contexto geopolítico, y hay que tenerlo en cuenta.
El debate adquirió en
Francia tales proporciones que se acabó desembocando en la ley, porque el
debate —falso o cierto, pertinente o no— tuvo una amplitud tan enorme que se
saldó con una ley. Voy a tratar de explicar por qué, aunque si tuviera que
resumir mi intervención diría que el velo es un auténtico problema y que la ley
no resuelve nada.
La promulgación de esta ley
es difícil de explicar ya que, en realidad, sólo se producen algunos centenares
de casos al año y sólo unos pocos generan auténticos conflictos. Pero el
problema no es sólo el velo, es lo que hay detrás del velo, lo que pasa detrás
del velo, el significado que tiene el velo.
Las causas de esta ley en
Francia son varias. En primer lugar, Francia, por su historia singular, es muy
sensible a la cuestión del laicismo —si quisiera hacer una broma diría que en
Francia el laicismo es la religión de Estado—; es decir, la modernidad francesa
se construyó con el referente del laicismo, en el conflicto antiguo y
recurrente de la república francesa, de la revolución francesa, con la iglesia
católica. Más que en ningún otro sitio de Europa, el laicismo es uno de los
cimientos del consenso social y político francés.
El segundo elemento a tener
en cuenta son las poblaciones de origen inmigrante. Francia fue un país de
inmigración muy importante, no sólo de poblaciones calificadas de musulmanes
—debe de haber 5 millones de musulmanes en Francia— sino que hay montones de
realidades diferentes: poblaciones de África del norte, del África occidental
musulmana, de África central que no son musulmanas, minorías turcas (menos
numerosas que en Alemania), etc. Y aunque quizá sea demasiado pronto para hacer
un balance real, en Francia, como en otros países europeos, hay un gran fracaso
relativo de la integración —y en todo caso una extremada lentitud de esa
integración— y esas poblaciones inmigradas han sufrido una segregación social
muy importante. Indiscutiblemente la cuestión social está en el centro del
debate; se produjo un proceso de guetización de esas poblaciones que se
transformó en importantes discriminaciones étnico-religiosas en la medida en
que hubo una especie de adecuación entre la marginación social y la
discriminación étnico religiosa, y ese relativo fracaso de la integración puede
explicar en parte las reacciones identitarias de las poblaciones de origen
inmigrante.
Tercer elemento, que también
explica las reacciones identitarias de las poblaciones procedentes del mundo
musulmán: Francia, como los demás países europeos, no está a salvo de las ondas
de choque de las derivas conservadoras que hoy atraviesan el mundo musulmán.
Las derivas fundamentalistas alcanzan también a las poblaciones de origen musulmán
que viven en Europa, y esas derivas que están funcionando en determinados
sectores de las poblaciones son la base de reacciones identitarias y de
reclusiones identitarias de esas poblaciones.
Otro elemento de ese
contexto es el pasado colonial de un país como Francia, cuya importancia no hay
que subestimar. Es evidente que las ex-potencias coloniales siguen teniendo
relaciones muy especiales con sus ex-colonias y no podemos ocultarlas: el
ex-colonizado debe seguir siendo invisible en una sociedad colonial, ya que su
visibilidad se siente como una agresión por la sociedad colonial. Con esto no
queremos decir que Francia sea hoy una sociedad colonial, eso sería muy simple,
pero sí que la memoria no se borra en cuarenta años; la memoria colonial tarda mucho
en borrarse y el caso de Francia y de Argelia es especial, de modo que existe
un impacto de la memoria por parte francesa y por parte argelina en la cuestión
de la inmigración.
Finalmente, el hecho
colateral —por utilizar un término que se puso de moda a partir del 11 de
septiembre de 2001— de que en Occidente se exacerbó la confusión entre Islam e
islamismo, que son totalmente diferentes. Una cosa es el Islam, religión de la
que se puede pensar lo que se quiera y que, como toda religión, tiene una pluralidad
de interpretaciones, y otra cosa es el islamismo, que yo preferiría llamar el
Islam político: un movimiento político de paradigma religioso; de modo que el
Islam y el islamismo, o sea la religión y su manipulación política, no es lo
mismo. Esa confusión emborrona el problema en la mayoría de los países de
Occidente.
Todos esos elementos se
conjugaron para darle al asunto del velo el lugar que tuvo en el debate francés
estos últimos años. Todos estos elementos tienen su importancia y explican la
vivacidad del debate.
Yo soy bastante escéptica
con respecto a la ley porque creo que hay otras maneras de resolver este
conflicto. La primera es la más sencilla: la aceleración de las políticas de
integración. La clase política francesa, tanto de derechas como de izquierdas
-tanto los socialistas que estuvieron durante muchos años en el poder, como
evidentemente la derecha-, tiene una gran responsabilidad en lo que pasó por la
insuficiente lucha que llevó y lleva contra los guetos sociales y también por
el hecho de que no hay ninguna representación política de las poblaciones
procedentes de la inmigración: en la Cámara de diputados del Parlamento francés
no hay ningún diputado de las comunidades inmigrantes y, por tanto, no se
sienten representadas por las élites políticas francesas. Este es un fenómeno
importante. Y lo que es peor —y creo que aquí las elites políticas francesas
han cometido un tremendo error— los responsables políticos subcontrataron el
problema de la seguridad en los guetos urbanos a las asociaciones
confesionales. Como los poderes públicos no conseguían resolver el problema de
la seguridad en los guetos urbanos —supongo que aquí también hay problemas de
seguridad, de violencia— les pareció muy bien que se crearan asociaciones
confesionales y que fueran ellas las que regularan los guetos urbanos. Grave
error, porque eso reforzó esas asociaciones confesionales, algunas de las
cuales están vinculadas al fundamentalismo. Por tanto estamos asistiendo al
fracaso de la integración y si hubiera una política de integración se
resolvería parte del problema.
Segundo elemento: creo que
los países como Francia donde las poblaciones de origen inmigrante son
importantes tienen que aceptar la visibilidad de una religión que se llama
Islam; no hablo del fundamentalismo, contra el cual conviene luchar —ya
volveremos sobre ello—, pero querámoslo o no el Islam es la segunda religión de
Francia en número de fieles. Por tanto el Islam debe poder ser visible en el
espacio público, ni más ni menos que las otras religiones. Por tanto, una
manera de resolver el problema, en parte naturalmente, es hacer desaparecer lo
que en Francia se llamó el Islam de los sótanos e intentar afrancesar ese
Islam, es decir hacer que forme parte de la sociedad francesa.
Tercer elemento: conviene
explicar el laicismo, creo que es importante. Es normal y legítimo que Francia
proteja su consenso político social basado en el laicismo, sobre todo teniendo
en cuenta que el laicismo es el cimiento de un consenso democrático y la base
de la emancipación de las mujeres; no puede haber emancipación de las mujeres
en un contexto de imposición religiosa, eso es indiscutible. Por tanto es
normal que Francia proteja ese consenso laico y que, al igual que se protegió
del clericalismo católico de principios de siglo XX, se proteja ahora de las
derivas fundamentalistas de una parte de las poblaciones musulmanas. El
problema es saber si la ley es el mejor medio para protegerse de esas derivas
fundamentalistas. Quizá sea demasiado pronto para poder responder a esa
pregunta, así que la dejo abierta.
Cuarto punto: creo que el
error, la insuficiencia, de esta ley es que sólo se plantea en el registro del
laicismo. Ninguno de los debates que tuvieron lugar en torno a la ley planteó
el problema de las mujeres, algo sorprendente y que muestra el machismo de las
clases políticas: el velo atenta contra el laicismo, por tanto hay que prohibir
que se lleve a la escuela; podemos estar de acuerdo, pero ¿qué quiere decir
esto para las mujeres? Y si conseguimos responder a la pregunta de las mujeres
se podrá responder la otra, la de si la ley es pertinente o no, porque el
problema de muchas religiones y en el Islam en particular —bueno, en esta
interpretación del Islam en particular— es que obliga a llevar el velo sólo a
las mujeres, sólo ellas tienen la obligación de llevar los signos identitarios
de la comunidad, los hombres no llevan ningún signo identitario. Eso significa
que las mujeres están doblemente penalizadas por esa ley, siendo así que los
chicos no están penalizados. Un chico que venga de un grupo fundamentalista y
que no lleve ningún signo identitario puede ir a la escuela, una niña con velo
no puede ir a al escuela. ¿Acaso esta ley no contribuye a incrementar las
desigualdades entre chicos y chicas procedentes de las comunidades de la
inmigración? Nueva pregunta que creo que no se planteó suficientemente cuando
se discutió la ley.
Evidentemente, y no quiero
eludir el tema, el problema del velo está relacionado con un rebrote mundial de
lo religioso y lo identitario; un rebrote mundial de las derivas
fundamentalistas, y esas derivas fundamentalistas se traducen sobre todo por la
manipulación política de lo religioso. Esta manipulación no sólo afecta a
Francia y a las poblaciones musulmanas, pero como el Islam es una religión muy
importante que cuenta con aproximadamente mil millones de fieles, las derivas
de la manipulación política de lo religioso, del tipo AlQuaeda o Bin Laden,
hacen que se focalice sobre los territorios del Islam; pero esas derivas
afectan en distintos aspectos a otras áreas que no son las del Islam, por
ejemplo el fundamentalismo cristiano protestante que actualmente está
parcialmente en el poder en Estados Unidos. Hay que plantearse el por qué de
ese rebrote de la manipulación política de lo religioso en una gran parte de
las áreas culturales. Actualmente en Israel la extrema derecha de paradigma
religioso forma parte del poder. Por tanto hay un retorno general de lo
religioso y de su manipulación política. Evidentemente esto hace que en los
países europeos y en Francia se incremente el miedo al velo, por eso es tan
importante saber qué hay detrás del velo.
Si sólo se tratara del velo
en realidad no sería un problema demasiado grave, pero detrás del velo hay una
voluntad de una parte minoritaria -insisto, minoritaria- de la población
musulmana, la que está representada por los fundamentalistas religiosos, de
querer imponer una manera de ver el laicismo francés, una manera de
debilitarlo. Detrás del velo está el problema de la gimnasia de las niñas en la
escuela, está el problema de la enseñanza de la biología y del evolucionismo. Y
hay que señalar que existe un parentesco entre los fundamentalismos: también
en Estados Unidos hay un gran debate sobre si lo que hay que enseñar es la
evolución darwinista o el creacionismo bíblico; éste es un debate que se está
produciendo ahora en Estados Unidos, en la mayor potencia mundial, por muy
surrealista que pueda parecer.
Está el problema de la
gimnasia —como decíamos—, de las piscinas para las niñas, de las escuelas
mixtas..., es decir tras el velo hay una deriva que ha convertido este tema en
algo muy sensible. Por otra parte, el velo se debe a la manipulación política
de lo religioso y el Islam político actualmente está en el meollo de los
problemas políticos en la mayoría de los países musulmanes, donde el principal
debate se centra en las relaciones entre el Estado y la religión; es un debate
político interno, no sólo un debate político Norte-Sur, y tanto más importante
cuanto que algunos de esos países han experimentado un importante proceso de
modernización, y esos debates entre el Estado y la religión los lleva en parte
el Islam político.
Otro punto que habría debido
apuntar antes de hablar de la mundialización del vínculo ente lo político y lo
religioso es que mucha gente en Francia, a partir del velo, se planteó cómo
conciliar la lucha legítima contra los atentados al laicismo y la libertad de
conciencia y de religión, que es una de las bases de las sociedades
democráticas. ¿Dónde está la línea divisoria? ¿Dónde está la línea de
equilibrio entre esa lucha totalmente necesaria por ese consenso laico y la
libertad de religión? Francia encontró una respuesta parcial, con la que
podemos estar de acuerdo o no, prohibiendo el velo a las niñas menores en los
recintos escolares —no en la Universidad donde sí pueden llevar velo porque se
considera que, al ser mayores de edad, es una opción—, lo que es un compromiso
aceptable ente la defensa del laicismo y la libertad de conciencia. Esta
contradicción quizá sea lo que explica la división y las luchas
político-ideológicas que surgieron en Francia. El tema es complejo, es
complicado; y aunque yo soy de las que están en contra del velo, estoy contra
el Islam político porque está claro que el velo moderno, el hijab, el velo
islámico, es una regresión, lo que no quita que sea un problema complejo y la
complejidad de este problema es lo que complejizó el debate en Francia.
Voy a acabar planteando los
diferentes retos del debate, que es muy interesante porque trastocó todas las
divisiones tradicionales en Francia: no es un debate izquierda / derecha, no es
un debate feminista / antifeminista, ni religioso / antirreligioso; es un
debate que generó divisiones en el seno de todas esas divisiones y eso es lo
interesante.
Por ejemplo gran parte de la
derecha francesa estaba de acuerdo con la ley, en parte por su arabofobia
tradicional —la arabofobia es un elemento estructurante de la xenofobia
europea–, más por arabofobia que por defensa del laicismo. Pero la extrema
derecha, Le Pen, era contraria a la ley; estaba en contra porque el marcaje
identitario de las mujeres musulmanas por el hecho de llevar velo sirve a la
extrema derecha porque aumenta el miedo de sus electores ya que evidencia la
importancia de la comunidad musulmana. Pero en la derecha que está actualmente
en el poder, el ministro de interior Sarkozy estaba en contra, porque hoy
algunos políticos tienen una política musulmana, tienen una política con
respecto a las poblaciones musulmanas y las élites religiosas, y esa ley del
velo interfiere en la política musulmana de alguien como Nicolas Sarkozy que
trata de discutir con las instancias religiosas y de encontrar un consenso en
torno a lo religioso; desgraciadamente una parte de la derecha prefiere
discutir con los representantes religiosos de las comunidades musulmanas que
con los representantes laicos, que los hay.
En la izquierda la confusión
es enorme. El partido socialista primero estaba en contra de la ley pero
después se dijo: “bueno, en realidad somos los garantes del laicismo francés
desde hace un siglo, así que hay que estar a favor”. Pero antiguas
instituciones laicas de tradición socialista se mostraron en contra. La liga
francesa de los derechos humanos se mostró decididamente en contra; la Liga de
enseñanza, que es el templo del laicismo francés, está en contra; su
planteamiento es que hay discutir, no hay que estigmatizar: hay que conseguir
que lo laico discuta con lo religioso. Así que no sólo hay divisiones en el
seno de la derecha, también las hay entre la izquierda.
La extrema izquierda es
todavía más sorprendente. En Francia existe una extrema izquierda que no es
nula, es decir que no es totalmente marginal, y una gran parte de ese
movimiento de extrema izquierda, en concreto los movimientos procedentes del
trotskismo, realizaron un acercamiento espectacular con los movimientos
islamistas, ¿por qué? porque se supone que esos movimientos islamistas
representan a las clases desfavorecidas y que esas clases desfavorecidas son
ahora mayoritariamente inmigrantes de religión musulmana y, por tanto, la
defensa de los oprimidos pasa por una alianza estratégica con los movimientos
islamistas. Reconozco que el razonamiento es un poco tortuoso pero existe en
las extremas izquierdas europeas y si analizamos los dos últimos foros sociales
europeos, el de 2003 en Saint Denis (Francia) y sobre todo el de Londres de
2004, podemos ver por dónde pasan esas alianzas; de hecho, tanto en Saint Denis
como en Londres había muchas militantes con velo que defendieron el velo en nombre
de la identidad, en nombre de la libertad de conciencia, reivindicándose como
francesas y exigiendo a la democracia francesa poder llevar velo. Por tanto hay
que analizar esta posición de la extrema izquierda —de una parte de la extrema
izquierda, ya que no toda defiende estas posturas—, porque conlleva el peligro
de legitimar a los líderes religiosos que a veces están bastante próximos de
las retóricas islamistas con una legitimidad que está al margen del campo
comunitario, fuera de la esfera comunitaria. Y los líderes cercanos al Islam
político necesitan hoy de esa parte de la extrema izquierda alter mundialista
que les da una legitimidad pública fuera de su propia comunidad.
Pero el debate incluso
dividió al movimiento feminista en Francia. No creamos que el movimiento
feminista estuvo enteramente por la ley. El movimiento se dividió profundamente
porque había mujeres que estaban por la ley por una razón justa y muy simple:
el velo institucionaliza la inferiorización de las mujeres y en ese sentido debe
ser combatido porque es un marcaje de esa inferiorización. Pero había
feministas históricas contra la ley; por ejemplo Christine Delphy -que era
beauvoirista- estuvo en cabeza del combate contra la ley utilizando la retórica
de que la ley era una prolongación de las posturas y de las ideologías
coloniales, que era una simple ostracización de las poblaciones ex-colonizadas
y que había que combatir en el terreno de lo social y no en el terreno de lo
religioso. Y con argumentos totalmente estúpidos, en mi opinión, aunque yo no
esté totalmente de acuerdo con la ley, como que el velo en Europa no tenía nada
que ver con el velo en los países musulmanes, que era algo totalmente
diferente, incomparable, y que el velo en Europa era un problema social que
nada tenía que ver con la religión. Ella dijo: “Relacionar el velo islámico con
el velo islámico en los países musulmanes es considerar una vez más a esas
chicas como extranjeras”. Difícil de defender, pero ése era el debate.
La ley también generó debate
en las propias sociedades musulmanas. Creo que sería una gran error creer que
las poblaciones musulmanas son homogéneas. Naturalmente, y es normal, en todas
las poblaciones hay diferencias de clases, de ideología, y las musulmanas no
van a ser la excepción, no van a ser homogéneas y, evidentemente, no lo son. En
el seno de la población francesa de origen musulmán hay gente religiosa,
antirreligiosa, atea, de izquierdas, de derechas, guetos de las barriadas,
intelectuales integrados..., es una población que refleja la diversidad de la
sociedad en la que vive y de la que forma parte aunque sea en formas
mayoritariamente marginales.
Un pequeño paréntesis: este
asunto de la identidad también se debe al hecho de que estas poblaciones forman
parte también de la sociedad francesa. Me explico: cuando un joven de origen
argelino, tunecino o marroquí va a su país con sus padres de vacaciones no sabe
hablar árabe, y lo miran como a un extranjero porque no tiene los mismos
hábitos culturales, no es como ellos. Por ejemplo en Túnez, donde voy muy a
menudo, en verano están las familias de inmigrantes; los padres han nacido allí
pero sus hijos nacieron en Francia y no se sienten tunecinos… pero debido a la
exclusión social tampoco se sienten del todo franceses, es decir no saben quienes
son y eso es un problema. ¿Qué pasa cuando no se es francés, pero tampoco se es
tunecino? los chicos sobre todo, aunque también las chicas, se buscan un
arraigo, y entonces se es musulmán, que es más fácil que no saber quién se es.
Ser musulmán es una identidad de recambio, una identidad refugio contra la
doble exclusión, contra la exclusión del país de origen de los padres, con el
que no se sienten identificados, y contra la exclusión de la sociedad
receptora. Ese referente musulmán es una identidad refugio que, justamente,
puede combatirse con un plus de integración.
Era un paréntesis para
entender por qué jóvenes que escuchan rap, que llevan nikes y chupas de cuero,
que fuman un porro de vez en cuando, necesitan llamarse musulmanes. Hay que
intentar comprender esa postura. Existe la influencia de los movimientos
fundamentalistas, pero eso no basta para comprender la postura de lo
neomusulmán; además, los que la adoptan no saben nada de religión: es una
especie de Mito del Islam —lo que el sociólogo francés de origen argelino
Mohamed Arkoun llama la “exégesis salvaje” del Islam, y creo que esta expresión
es muy pertinente—, sólo conocen de lo religioso lo que dice el imán
fundamentalista del barrio y lo que pueden ir escuchando por ahí; su Islam es
una especie de mezcolanza en la que tratan de encontrarse y eso explica esas
derivas e interpretaciones surrealistas de lo religioso. Hay que comprender
esas posturas —y entender no quiere decir justificar— para entender la
influencia del retorno de lo religioso entre los adolescentes hijos de la
emigración. Es la búsqueda desesperada de una postura identitaria porque lo
real en cierta manera se les escapa y, dado que lo real se les escapa, se
refugian en el mito identitario, en esa reclusión, catastrófica, pero reclusión.
Vuelvo a la variedad de las
poblaciones musulmanas, el debate fue importante. La mayoría está contra la
ley, no por cerrazón religiosa sino porque estigmatiza a una población; por eso
no les gusta la ley. Mucha gente consideró la ley no como defensa de lo laico
sino como una ley antiárabe, diciendo: “sólo nos estigmatizan a nosotros, los
otros signos religiosos se aceptan en la sociedad francesa; nunca se hizo una
ley contra la kippa... sólo contra nosotros”. Gran parte de la población de
origen inmigrante la consideraba estigmatizadora. Pero grandes pensadores
musulmanes en Francia, modernistas, llamaron la atención sobre los peligros del
velo para el laicismo y sobre la estigmatización de las mujeres, y también hay
un manifiesto muy interesante en Internet -“Ser de cultura
musulmana y estar contra la misoginia el antisemitismo y la homofobia”- que
estigmatiza el retorno a lo religioso.
Mohamed Kacimi, de origen
argelino, escribió un texto muy interesante en Libération -“El velo, una
antigua alienación”- donde dice: “El velo es la estrella amarilla de la
musulmana y toda musulmana es una judía que cualquier fundamentalista sueña con
deportar cien veces al día”. Muy violento, como reacción. Con ello quiero decir
que no hay homogeneidad.
Muchos intelectuales se
manifestaron en contra de la ley, pero no porque estuvieran a favor del velo
sino porque —y ésa es también mi postura— la ley no es útil. También hubo
intelectuales mujeres de origen inmigrante musulmán que se manifestaron a favor
de la ley, argumentando que estaban por el laicismo y que era necesario que la
escuela laica francesa se liberara del velo, cosa que sólo puede conseguirse
con una ley; esto lo dijeron mujeres de origen musulmán, por ejemplo la
escritora Leïla Sebbar.
Para concluir, creo que hay
dos problemas en torno a esta ley: por una parte que el problema del velo sólo
se trató desde el punto de vista del laicismo y no del marcaje de las mujeres;
no se analizó la importancia que podía tener desde el punto de vista del
marcaje de las mujeres. Pero ese marcaje de las mujeres es un rasgo central de
todas las sociedades islamistas del mundo y esa ignorancia de la dimensión de
género de las retóricas islamistas y de las ideologías islamistas es muy
perjudicial para la comprensión del problema de las mujeres.
El otro problema es que esta
ley, incluso aunque se comprenda y justifique su principio, liberó en Francia
derivas arabofóbicas que se producen todos los días. Hace poco a una mujer con
hijab le impidieron entrar en el banco, siendo así que en esos sitios no está
prohibido para nada. Otro día fue en una Asociación de padres de alumnos donde
le dijeron a una mujer con hijab que con velo no podía estar allí. Es decir,
las autoridades no están suficientemente vigilantes para que la ley no genere
derivas que serían perjudiciales, porque el velo está autorizado en los
espacios públicos en Francia. Se puede estar a favor o en contra, pero está
autorizado, y la ley liberó, podríamos decir, esas derivas aunque sea muy clara
y sólo mencione la prohibición en la institución escolar.
¿Qué hacer, pues?
Evidentemente no voy a contestar a esta pregunta porque, como es lógico, no lo
sé. Lo más que podemos decir es que no es nada fácil analizar este problema en
una época, la nuestra, proclive por toda una serie de circunstancias a
repliegues identitarios de referente religioso; pero creo sinceramente que si
queremos, en Francia y en otros países europeos, combatir esas derivas
identitarias de referente religioso, es momento de pensar que las poblaciones de
origen inmigrante forman parte actualmente de las sociedades europeas y habrá
que actuar para que formen realmente parte de ellas.
Debate
con el público asistente
Amelia Valcárcel: El velo, en realidad el pañuelo, es
una invención iraní recientísima y que toma significados bastante divergentes
según dónde. Sin embargo la práctica de velar a las mujeres es una práctica
antiquísima, anterior al Islam en gran cantidad de territorios y
civilizaciones, incluida la nuestra. En nuestra sociedad las mujeres se han
liberado de la obligación de llevar cierta cubrición en la cabeza
recientemente.
Sophie Bessis: Me parece interesante lo que dices.
Tradicionalmente, y además es lo que dice Mohamed Kacimi, el velo es una
antigua alienación muy anterior al Islam y que afectó a todas las sociedades de
esa gran área mediterránea. Por eso me repele esencializar el Islam, hablar del
Islam con el tema del velo. Yo voy a menudo a África subsahariana, a los países
sahelianos: Malí, Senegal, donde el 90% de la población es musulmana. En Malí
el 95% de la población es musulmana y el velo no es un problema; las mujeres no
usan velo y son creyentes practicantes, pero el Islam no tiene la misma
dimensión. La religión siempre es regionalista, la práctica de la religión no
es la misma en el Islam magrebí o saheliano o indonesio. En Senegal o en Malí
las mujeres se morirían de risa si les dijeran que tenían que usar velo, aunque
también allí hay minorías marginales influenciadas por el fundamentalismo que
empiezan a ir con velo, pero es muy minoritario.
En los países árabes
tradicionalmente, es decir hasta la época moderna, el velo tradicional es un
fenómeno urbano, ciudadano; las campesinas no usaban velo, porque así no pueden
trabajar. Yo recuerdo que veía en mi infancia, en Túnez, que las campesinas
llevaban un pañuelo muy colorista (rojo, amarillo, verde) y eran las mujeres
ciudadanas las que usaban el velo porque tradicionalmente, por paradójico que
pueda parecer, el velo era un signo de distinción social. Ahora con las nuevas
interpretaciones de lo religioso el velo se generalizó o no, depende.
Público: Buenas tardes, quería agradecer la
magistral intervención de Sophie Bessis porque ha acertado a exponer la
complejidad del problema del velo en Francia, las dificultades de integración
que tienen los inmigrantes de segunda generación —esa falta de integración— y
también cómo la ley puede penalizar a las niñas que con 12 años, como tienen
las últimas expulsadas, no saben muy bien lo que llevan cuando se colocan el
velo. En ocasiones esto no queda muy claro y se da una visión un poco general y
homogénea de lo que podría ser.
A.V.: El problema es complejo, tan complejo
como antiguo, y lo seguirá siendo durante largos años. Calificar un problema
como complejo sólo sirve para situarlo mejor, pero no nos hace especialmente
mejores jueces de lo que ocurre con él. En los problemas complejos hay que
escuchar todas las voces y ayer yo di una que me parece especialmente
importante: la voz de las afectadas, las mujeres de las barriadas que padecen
el fundamentalismo islámico en sus propias carnes. Creo que es una parte de la
complejidad que no tiene que ver con posiciones intelectuales sino con gente
que tiene problemas que aquí no sabemos ni cómo son, pero son muy fuertes y por
lo tanto hay que tenerlos en cuenta. Como normalmente no se tiene en cuenta
sino que hablamos de que “esto es así, parece que, no sé quién escribió, el
otro dijo…”, de vez en cuando hay que saber qué siente la gente que sufre las
cosas, es una voz que hay que escuchar y si yo lo he hecho tan bien que se la
ha oído bien estoy contentísisma.
Es cierto que el velo es un
signo de distinción social, hasta tal punto, por ejemplo, de que la extensión
del fundamentalismo al campo en países como Argelia, donde mujeres que viven en
áreas rurales y que han trabajado toda la vida en el campo cubriéndose la
cabeza con tocados étnicos para protegerse de sol, secarse el sudor y porque
les queda bien, se ponen un pañuelo que está fuera de sus usos y contextos y
además empiezan a decir cosas como:
-“Yo, como soy una buena
musulmana no puedo salir de casa a trabajar”.
-“Tu madre ha salido, tus
hermanas salen al campo”.
-“Ya, pero yo soy una buena
musulmana y si estoy en un espacio público soy observada y eso es indecente”.
Y de repente una persona que
no está especialmente autorizada ni facultada por su comunidad para llevar una
vida que llamaríamos de clase media ciudadana empieza a desarrollar hábitos de
Jarifa, es decir: “Yo tengo que estar en mi casa, como estoy viuda yo quiero
que se me pague un dinero para estar en casa sin hacer nada porque es indecente
que una buena musulmana trabaje en ninguna parte. Si el Estado me ofrece una
oficina donde puedo trabajar dos horas al día para conseguir un poco de dinero,
no lo haré, y mandaré a mis niños a pedir limosna porque eso es más decente
para mí que estar expuesta a la mirada masculina”. Está sucediendo esto y otras
cosas cada vez más extravagantes.
Dentro de problemas que son
extraordinariamente complejos, la complejidad social de los problemas no se nos
debe escapar, y la complejidad incluye cosas como que en Occidente haya niñas
que quieren ponerse el pañuelo contra su familia, que no es particularmente
religiosa; las hay porque sí, porque es parte de la manera en que se ponen a
edificar su yo, por las razones que fueren. Recordemos que uno de los problemas
fuertes se dio hace un año con una niña que no quería quitarse el pañuelo; se
trataba de una niña cuya madre era judía y su padre trotskista, y ella se había
convertido al Islam por su propia voluntad (S.B.: El padre era judío
comunista y la madre kabila de familia musulmana laica)
Como las complejidades son
muchas, en muchos lugares el fundamentalismo se ofrece —término Bourdieu— como
una expectativa de nivel social para algunas personas.
S.B.: Una matización, que creo que es muy
importante, en el tema del trabajo. No hay que olvidar que ahora en la mayor
parte de países árabes, Túnez, Marruecos, algo menos en Argelia, Irak antes del
embargo y de la guerra, aunque la dictadura fuera una de las más violentas de
esa región y del mundo, las mujeres desde los años 50 salieron al espacio
público. Es decir como en Europa, como en Occidente, el acceso de las mujeres
al asalariado fue un salto cualitativo enormemente importante. Hoy, en
Marruecos y Túnez, en el sector privado, uno de cuatro asalariados es mujer; el
25% de los asalariados del sector privado son mujeres. En la función pública,
como en Europa (en la enseñanza, en las profesiones sanitarias), son la mitad
más o menos. Es decir, las mujeres salieron al espacio público. En Argelia es
un poco más complejo, porque Argelia, al contrario de lo que se piensa, debido
al socialismo de uso externo durante los años 60 y 70, es uno de los países del
Magreb central donde la salida de mujeres al asalariado es menor; es decir, son
numerosas en el sector público, pero en el privado son muy marginales —también
por razones económicas porque Argelia es un país muy poco industrializado; las
industrias del petróleo emplean muy poca mano de obra—. En cambio Túnez y
Marruecos se industrializaron sobre el modelo del Sudeste asiático, es decir
desarrollando las industrias textiles y de montaje en las que la mano de obra
femenina es muy importante. Por tanto las mujeres salieron al espacio público.
En un país como Irak, las mujeres antes de estos diez últimos años habían
salido al espacio público. En Egipto las mujeres son médicas, enseñantes, etc.
El velo, pues, es en pocas ocasiones, al menos en los países que mejor conozco
-es decir, los del Magreb-, una condición de salida al espacio público; esa
salida se produjo antes de la aparición del velo. Por tanto hay una regresión
pero el velo, paradójicamente, permitió en países como Maruecos, Argelia y
menos en Egipto que las mujeres participaran en los debates políticos,
evidentemente en los movimientos políticos islamistas, es decir en los más
reaccionarios del espacio arabo-musulmán; pero por ejemplo, en Marruecos, la
hija de Sheyj Abdesalam Yassine (que es el
jefe del islamismo marroquí, uno de los más reaccionarios) es la portavoz
política de su movimiento hoy. Una de las personas más mediáticas de Marruecos
es Nadia Yassine, que con su padre defiende los principios más reaccionarios,
pero entró en el espacio político. En Túnez, cuando el partido islamista
Ennahdha era legal (porque ahora está prohibido) tenía a dos mujeres en su buró
político, dos mujeres estrictamente tapadas con su hijab. Paradójicamente,
algunos investigadores consideran que en los países muy conservadores el velo
es una manera de que las mujeres entren en el espacio político por la vía de
del discurso religioso. Yo creo que es excesivo, pero es cierto que el velo en
los sectores más conservadores de la sociedad permite a las mujeres salir al
espacio publico y ocupar una parte de él. Esta es una de sus contradicciones.
A.V.: Sí, pero también es cierto que en
muchos otros espacios se las reenvió al espacio doméstico; es el caso de Irán,
y todavía recuerdo las terribles imágenes de la manifestación de mujeres
disuelta a golpes por los guardianes de la revolución: Jomeini acaba de llegar,
da sus primeros decretos, entre ellos sobre la vestimenta de las mujeres, y hay
una manifestación muy amplia de mujeres persas que habían estado comprometidas
con la causa contra el sha, y en la calle, a golpes terribles, los guardianes
de la revolución las echan a sus casas. Si luego en esos lugares otras mujeres
pueden entrar a formar parte de los propios movimientos fundamentalistas..., yo
creo que es llevar demasiado lejos la astucia de la razón imaginar que allí pueda
haber alguna ganancia. Es como cuando uno oye que el nazismo permitió a muchas
mujeres enrolarse en la política porque unas cuantas formaron parte de las SA y
luego algunas permearon el sistema de poder del partido nazi; bueno sí, pero se
podían haber quedado en su casa; la cosa no estaba calificándose como un
movimiento a favor de la libertad ni de las mujeres ni de nadie.
S.B.: No pretendo que sea un movimiento por
la libertad de las mujeres, en absoluto dije eso, sólo que eso forma parte de
las contradicciones de la entrada progresiva de esos países en la modernidad.
Por ejemplo, Irán: la sociedad civil iraní antes de la revolución islámica ya
existía, y esa sociedad civil que existía hace 20 años está hoy derrotando al
Islam político, indiscutiblemente, porque esa sociedad civil era muy fuerte y
luchó contra la dictadura y porque esa dictadura tuvo contradicciones internas
importantes y todos los movimientos políticos, en cualquier contexto, deben
sacar partido de las contradicciones internas de sus enemigos. ¿Cuál fue la
contradicción interna de la dictadura iraní? Quiso ser una dictadura social, lo
que hace que hoy en Irán hay más alumnas que alumnos en la Universidad (el 60%
frente al 40%); ésa es una de las contradicciones de ese totalitarismo que en
parte cavó él mismo su tumba. Hoy Irán es uno de los países, entre los países
musulmanes, en el que más ha bajado la tasa de natalidad: era de 3,5 y ahora es
del 2,2. No hay que olvidar que incluso los totalitarismos contemporáneos
tienen contradicciones que pueden servir para derrocarlos. Esa contradicción
del régimen iraní reforzó la sociedad civil, es decir es un país en el que las
mujeres están muy instruidas aunque son menores ante la ley, se las reprime,
tienen que velarse; la leyes son las más reaccionarias del planeta y no
evolucionan, pero las mujeres son el pilar de la sociedad civil iraní. No por
causalidad el premio Nóbel de la paz 2003 es Shirin Ebadi, una mujer iraní.
Público: El velo es complejo y conviene
analizarlo no sólo desde la inmediatez de las leyes que ahora se han promulgado
en Francia sino desde el aspecto sociológico y también en su evolución
histórica. La ponente ha hablado del caso de Irán. En el caso de Irák, que es lo que más conozco, la
enseñanza era laica y la mujer en la universidad prácticamente nunca llevaba
velo. En el caso de Egipto hay tres contextos diferentes: para unos es símbolo
de represión, para otros una seña de identidad y para otros un símbolo de
protesta política, y está evolucionando desde Nasser hasta ahora muchísimo. Mi
pregunta es la siguiente: ¿desde la postura de un discurso feminista
occidental, podemos contribuir a reformular objetivos que eviten en el caso de
la inmigración esas tensiones sociales que comentabas en Francia? porque en
España todavía la inmigración es pequeña, estamos aprendiendo y vamos a tener
tiempo porque nuestra estadística no tiene nada que ver con la francesa, pero
yo creo que ese discurso tanto político como feminista sí podría ayudar a
reformular objetivos para aplicar a nuestro contexto histórico.
S.B.: Quisiera recordar algo. Cierto es, y lo
he intentado transmitir, que el velo, el hijab, el velo moderno, es polisémico,
tiene varios significados; pero incluso aunque se intente comprender y estudiar
su polisemia, incluso aunque digamos que las niñas llevan el velo por ésta o
aquella razón (que pueden ser muy diferentes), no quita para que el velo sea un
referente religioso y si no hubiera habido ese retorno a lo religioso y esa
manipulación política de lo religioso, el velo no sería lo que es hoy. No
olvidemos, aunque luego sea utilizado por las propias mujeres de forma
contradictoria, que siempre hay ese referente que yo no llamo religioso, sino
manipulación política de lo religioso. No olvidemos este referente; sería un error
pensar que llevar velo está desconectado de esa vuelta a lo religioso, por eso
—y usted habla de la necesaria reflexión por parte de las feministas
occidentales sobre sus posturas con respecto a este problema— creo que, como
todos los principios, los principios que animan el feminismo deben ser
intangibles, lo que no quita que también —y ahí reside la dificultad de los
principios— sean indiscutibles y no negociables y a la vez han de ser
comprendidos, adaptados, apropiados por y para los sectores más amplios de la
población. Creo que uno de los errores fundamentales en Occidente —debido
quizás a la certeza que tiene de la legitimidad de su hegemonía— es que
Occidente —los occidentales, no esencialicemos— nunca creyeron necesario
explicar los principios que formularon; esos principios fueron formulados de
modo prescriptivo, nunca de modo explicativo y al mismo tiempo fueron violados
sistemáticamente por los mismos occidentales que los formulaban. Por esta razón
gran parte de estos principios son ilegibles para una parte de las poblaciones
del Sur, incomprensibles: ¿cómo se quiere explicar lo que es el principio
democrático, que es un principio que tiene que convertirse en universal, cuando
los países occidentales apoyaron a las peores dictaduras durante los últimos
cincuenta años? ¿cómo explicar que este principio es básico?
Creo que lo importante en el
seno de las poblaciones inmigrantes, o en general, es en primer lugar hacer
legibles los principios, que dejen de ser opacos por la violación que se hace
de ellos. Por otra parte, Europa —que tiene una importante realidad inmigrante
pero que no tiene tradición multicultural— ha de poder explicar estos
principios, y esto también vale para el feminismo. Los europeos tienen que
adoptar una postura intelectual post-hegemónica; podemos estar históricamente
en los albores de esa postura anti-hegemónica porque Europa sabe que ha dejado
de ser hegemónica, pero las actitudes que lleva adoptando durante cinco siglos
son difíciles de transformar.
Público: Este es un tema para que desarrollen
las dos, aunque se aparte un poco del velo. Me gustaría oír su reflexión de por
qué es el Islam —la ideología más que la religión— el modelo de identidad
refugio, de identidad reactiva. Parece obvio que la población de origen árabe
que no tiene identidad la busque en algún sitio y que lo encuentre en un pasado
que mitifica y reinventa: el Islam; pero hay otras situaciones, por ejemplo los
musulmanes negros y su espectacular incremento en EE.UU. ¿Por qué un grupo de
excluidos que no se integra en la sociedad reinventa una sociedad y toma el
Islam como referente cultural? Creo que algo tiene que ver con que el Islam
reconstruye un modelo patriarcal muy definido, donde el papel de hombres y
mujeres está muy estrictamente fijado y las identidades cotidianas parece que
se alinean, el yo individual se clarifica mucho en la vida cotidiana. Al margen
de que luego decidamos si la ley del velo es la adecuada para responder a esta
situación, quisiera que se comentase un poco este tema.
A.V.: En efecto, el Islam es una forma
religiosa bastante definida en cuanto a eso. El judaísmo también lo es, el
cristianismo lo es menos. Sería muy largo contar por qué es así, pero tiene que
ver con las condiciones del génesis de cada una de estas religiones. En el caso
del cristianismo, no debemos olvidar que, aunque puede tener fases de
fundamentalismo (las ha tenido en el pasado y siempre tiene sectas
fundamentalistas), es una religión que nace de una koiné que es el
helenismo, un helenismo avanzado. En el cristianismo hay cantidad de datos y
aferencias que vienen de otras partes que siempre lo singularizan, porque luego
tiene otras partes que son del politeísmo… en fin, es una situación
extremadamente compleja. Por el contrario el Islam, y en eso tiene un enorme parecido
con el judaísmo, es un monoteísmo de corte mucho más estricto y su pretensión
de organizador social es muy fuerte; es un credo de cierta fortaleza con un
libro sagrado extremadamente repetitivo pero muy contundente en muchas cosas y
donde el papel de los sexos está muy normado. En el judaísmo ese papel también
está muy normado, y lo está así en muchos de los libros: el Deuteronomio y
otros especialmente fuertes que dicen quien es cada quien. Y en la tradición
post-cristiana el judaísmo también; los libros posteriores, la Mishná, incluso
la tradición que engarza con la Sefirod, señalan cuándo es posible el
acercamiento entre los sexos y cuándo no, en qué fechas... Es de un espesor
enorme, estas formas religiosas enfatizan mucho quién es quién.
No olvidemos que en el
cristianismo tenemos formulaciones helenísticas, como en las propias cartas
apostólicas, que dicen: “Ahora no existen ni hombre ni mujer porque todos sois
lo mismo en Cristo”; eso se dice en una carta apostólica. Una formulación así
no existe ni en el judaísmo ni en el Islam. ¿Quiere esto decir que el
cristianismo es, como religión, superior a las otras dos? Si dijéramos esto,
adoptando un punto de vista religioso y no histórico, estaríamos metiéndonos en
una polémica que no es la nuestra. El cristianismo tiene aferencias que en
otros cuerpos religiosos no están presentes y además el cristianismo no es
nuestra forma de organización social. Es decir, la sociedad abre un proceso de
modernidad después de las guerras de religión que lleva trescientos años de
andadura y va construyendo una nueva tabla laica de valores que son los que
presiden y guían la conciencia civil y también la moral, con independencia de
que Occidente tenga el gusto de mantener tiranuelos fieles donde sea, pero su
tabla valorativa ha salido de secularizar parte de la tabla religiosa y de
abandonar otros usos religiosos en directo. El judaísmo ortodoxo no ha hecho
esto. Hoy por hoy en el judaísmo ortodoxo —y en Israel tiene gente que va
vestida de caballero polaco del S. XVI, para un clima frío, a 30 grados a la
sombra— esas cosas ocurren y están en contra de la tradición moderna. En el
Islam ocurre otro tanto; si hablamos sociológicamente, los intentos de
modernización del Islam han tenido siempre la misma intención de acudir a una
tabla de valores que son los de la laicidad y que empiezan por ir —lo vemos en
los ilustrados del siglo XIX en países islámicos— contra la poligamia, contra
el gueto para las mujeres, a favor de la educación de los jóvenes y a favor de
las libertades públicas y políticas. Muchos de estos movimientos han tenido
severísismas rectificaciones y han tenido siempre que enfrentarse a una
tradición en muchos de estos países: la de despotismo político.
Cuando el imperio otomano
funciona y funciona bien es un imperio despótico, organizado en beyatos.
S.B.: Como todos los imperios.
A.V.: ¡No!
Cuando Montesquieu quiere contar lo que es un imperio despótico cuenta el
imperio otomano, cuenta Persia y cuenta un poco España; no todos son igualmente
despóticos. El asunto es que la libertad política no es compatible en general
con una forma religiosa que avala el poder político y dice lo que está bien y
lo que está mal, y esto es lo que ocurre cuando uno toma un libro revelado y
dice “me guiaré por esta ley”. El fundamentalismo religioso ha hecho esto y en
muchos caso también es una salida perversa de situaciones políticas que no
están teniendo otra salida y de minorías extremadamente activas que a veces
están culpabilizando fuera, poniendo la culpa fuera, muchas veces apoyadas por
sus propios gobiernos, que prefieren una minoría que ponga la culpa fuera a
tener a alguien que pone la culpa y señala dónde es. Es decir, no sé si son las
religiones, pero estas dos formas (judaísmo e Islam) no están tan deflactadas
en su capacidad normativa como lo está el cristianismo y además en su propia
composición tienen un rigorismo de fondo más fuerte que el del cristianismo,
porque el cristianismo está lleno de aferencias helenísticas que ya formaban
parte de una sociedad en la cual ciertas certezas morales excesivas estaban
siendo debilitadas por las filosofías cínicas, epicúreas y estoicas, así que
son cosas diferentes.
S.B.: Voy a intentar comentar a la vez la
intervención que se ha hecho desde el público y debatir con Amelia, en dos
niveles: ciertamente el cristianismo tiene referentes helenísticos, pero por
medio de San Pablo que es quien helenizó el cristianismo. Pero San Pablo, con
San Agustín, son los dos padres de la iglesia más misóginos del cristianismo.
Voy a leerles un párrafo de San Pablo de la Epístola a los corintios: la
mujer debe taparse; resumo: “El hombre no debe taparse la cabeza, él es la
imagen y la gloria de Dios, pero la mujer es la gloria del hombre, no es el
hombre el que se sacó de la mujer sino la mujer del hombre, el hombre no se
creó para la mujer sino la mujer para el hombre, por eso la mujer debe llevar
en su cabeza la marca de su dependencia”. Por tanto creo que el problema es que
—y no estoy en contra de lo que ha dicho Amelia— debido a la evolución histórica
de los países donde se implantó mayoritariamente el cristianismo, los países
europeos tuvieron una evolución singular que les hizo formular en el siglo de
las luces lo que ahora se llama modernidad, y esa modernidad rompió con esos
referentes; la modernidad está en la ruptura, pero las matrices son las mismas.
Los textos coránicos —no soy una exegeta de los textos coránicos— no bebieron
del helenismo; en cambio las filosofías musulmanas entre los siglos VIII y XIII
han sido las transmisoras del helenismo en Occidente. En el siglo XIII, en las
universidades europeas se leía a Aristóteles en árabe; no en griego sino en
árabe y en hebreo. Los comentarios de Aristóteles por Averroes, gran hombre de
Córdoba, gran español, fueron estudiados en todas las universidades europeas.
Esto es para matizar.
Último matiz: sin duda hay
imperios más autoritarios que otros, pero justamente el imperio otomano es muy
interesante, porque en 1838 hay reformas en el imperio otomano llamadas el
Tanzimat que son las raíces de las monarquías constitucionales en 1839. La
monarquía otomana fue progresivamente integrando en la segunda mitad del siglo
XIX elementos de monarquía constitucional y empieza a tener ese fermento de
modernidad. Mustafá Kemal "Atatürk" no nació de la nada, nació de una
historia en la que la modernidad entró en el imperio otomano a principios de
siglo XIX.
Lo que estoy diciendo es que
estoy un poco con Edgar Morin: hay que tratar de pensar en la complejidad.
Es muy interesante lo de los
musulmanes negros, porque en EE.UU., país por excelencia de la inmigración, la
identidad americana es una identidad de inmigración, pero de todas las
comunidades que hay en EE.UU. la única que fue allí a la fuerza, contra su
voluntad, son los negros, que llegaron a América en la bodegas de los barcos
negreros; por tanto es la única inmigración obligada. Los italianos, españoles,
alemanes, ingleses, judíos de Europa central y oriental..., todos quisieron ir;
para todos ellos América fue una tierra de libertad, salvo para los negros.
Para ellos EE.UU. no fue la tierra de libertad sino de esclavitud y por tanto
desde el siglo XIX -desde la guerra de secesión, el fin de la esclavitud
formal-, desde la época en que la esclavitud se convirtió en una especie de
apartheid, hasta los años 60 más
o menos- los negros americanos trataron de crear ideologías identitarias, bien
con posturas esencialistas, por ejemplo lo que llamamos el afrocentrismo, es
decir la mitificación del pasado africano (como encontramos en Marcus Garvey,
el fundador del afrocentrismo), esa voluntad de pertenencia a algo que no sea
la sociedad americana; pero creo que es una tendencia que no está generalizada
entre la población afrocamericana —como se dice ahora siguiendo la terminología
políticamente correcta tan importante en EE.UU.—. Siempre hubo una voluntad de
los negros americanos de buscar una identidad que no fuera la americana, que
está construida también sobre la explotación de los negros. Y una especie de
Islam totalmente mitificado, que incluso yo diría que no es un Islam religioso
sino un Islam identitario porque —y es una de las razones por las que el Islam
se extendió con tanta facilidad por el mundo entero— una de las bases del
corpus musulmán es la igualdad de todos ante Dios, una igualdad absoluta, indiscutible
de todos los creyentes. Por eso creo que esas posturas de los negros americanos
son posturas que fueron a buscar a otros lugares, al continente africano. No
olvidemos que el Islam es una gran religión africana también: de mil millones
de musulmanes, hay aproximadamente 250-300 millones que están en África del
Norte, Egipto, Sudán, Somalia y los países sahelianos. Por eso es importante
analizar por qué los negros americanos quisieron diferenciarse de la sociedad
dominante, porque forman una sociedad particular en Estados Unidos.
Su hipótesis del modelo
patriarcal es interesante pero no me voy a detener mucho porque creo que Amelia
ha respondido en parte. En efecto, la pretensión de organización social de la
vulgata musulmana hace que vehicule un modelo patriarcal que los chicos
inmigrantes privilegian porque para ellos es una manera de seguir siendo
dominantes en una sociedad que cuestiona su dominación.
A.V.: Ahora es cuando salgo por la honra de
San Pablo, que es un hombre que nos necesita. Ese párrafo que has leído, las
cartas de San Pablo —atribuidas a San Pablo, algunas están escritas por la
misma mano y otras no— son posteriores al año 236, escritas como probablemente
alguien imaginó que las hubiera escrito San Pablo. Testimonian, por el tipo de admoniciones
que dan, que en aquellas comunidades ciertas buenas costumbres no eran
respetadas y había que recordárselas a alguien (por ejemplo ésta: “las mujeres,
que sepan que están sometidas a los varones”), porque había ciertas iglesias
que parece que lo tenían algo olvidado y entonces se dice: “el velo es gloria
de la mujer, el varón es gloria suya, igual que para un varón sería vergonzoso
llevar el pelo largo…”; es decir, y es muy curioso, se empiezan a dar detalles
de época en la propia carta: “no debe hacerlo y así la mujer debe estar velada
y no profetizar en la reunión, porque la mujer debe profetizar en su casa…”; se
dicen una serie de cosas. Cuando se habla de exégesis seria, no de comentario
de “a mí me parece...”, no se suele admitir como una de las cartas originales
de Pablo de Tarso sino que parece, por el contrario, testimoniar que hacia el
siglo casi III ciertas iglesias tenían costumbres que se trataba de conducir a
otro orden en el momento en que el cristianismo ya estaba casi a punto de dar
el salto y convertirse en una religión imperial y, por tanto, había que llevar
ciertas prácticas a orden. Todo esto está muy bien estudiado por cantidad de
autores; citaré a una, Elaine Pagels, la historiadora que cuenta cómo llevar a
orden a todas las iglesias en el Mediterráneo a partir del siglo III, sobre
todo las prácticas demasiado discordantes religiosas que tenían que ver con
ciertas libertades de las mujeres en el contexto religioso, sobre todo la
capacidad de ser conductoras de las reuniones, sacerdotes y obispas, cosa que
en Nicea queda totalmente interrumpido. Claro que normalmente los religiosos no
suelen contar estas cosas, primero porque no se las saben y segundo porque si
las supieran no les interesan.
Yo lo digo por salir por la
honra de San Pablo, que sí fue el que dijo: “No hay varón, no hay mujer, no hay
esclavo, no hay amo, todos somos iguales en Cristo”, porque se trata de una
comunidad que está esperando la próxima venida de su Mesías y por lo tanto ha
interrumpido toda jerarquía. Cuando esa iglesia escatológica se termina empieza
a funcionar otra doctrina.
Vamos ahora por la honra de
San Agustín; éste es mucho más difícil de defender y además era de tu pueblo.
Pero el peor de todos es San Cirilo, que dice: “las mujeres cristianas tienen
que llevar velo que tiene que cubrirlas enteramente de manera que si se las ve
en la calle ni su propia familia las pueda reconocer”. Esto fue dicho para las
mujeres cristianas en el siglo IV. Dice: “Una mujer cristiana honrada se vela
enteramente, y así hace mi hermana, que es honestísima”. El velo en las
iglesias cristianas fue recomendado para todas las mujeres. El Islam no había
tenido su revelación cuando ya San Cirilo recomendaba que no nos conociera ni
nuestro padre.
En cuanto al texto coránico,
el problema no es lo buena que fuera la filosofía de Averroes (porque la
filosofía de Averroes es la filosofía de Averroes y tiene que ver con
Aristóteles); el texto tiene que ver consigo mismo y está ahí igual a sí mismo
más o menos desde el 622. Como está ahí, es igual a sí mismo y no es
especialmente filosófico. Sucede que el Islam en el momento de su máxima
brillantez no es fundamentalista, es un crisol cultural en un momento en que la
cristiandad pasa por un momento especialmente opaco frente al brillo del Islam.
En los siglos IX-X, la cristiandad tiene muy poco que aportar —los monjes
irlandeses reinventándose la filosofía cristiana, antes de que nazca siquiera
la Universidad de París—. Pero esos tiempos brillantes pasaron ha ya mucho
tiempo y es muy consolador para muchos intelectuales musulmanes,
fundamentalistas muchos de ellos, hablar del momento de extraordinaria
brillantez que siempre está en el pasado (¡caramba!) para resistirse justamente
a cualquier innovación, pero ese gran crisol de culturas fue grande cuando
abandonó la letra de la ley y se atrevió a innovar, y hace mucho que no lo
hace.
S.B.: Estoy totalmente de acuerdo con esta
intervención. Sólo una cosa: hoy ningún fundamentalista reivindica a Averroes,
en absoluto.
A.V.: Ya, pero el califato sí.
S.B.: Sí. Estoy de acuerdo con esa reclusión
nostálgica de los intelectuales árabes, que es catastrófica; por eso quería
decir de los textos religiosos, ya sean la Epístola a los Corintios, de San
Pablo, o el Corán, que no me interesan, porque lo importante es saber si el
periodo rompe con el texto o no. La modernidad occidental rompió con ese texto,
así que saber si el catolicismo o el cristianismo es más o menos esto o aquello
no es importante; lo mismo sucede con el Corán cuando lo que preocupan son esas
cosas, eso quiere decir que una parte importante de las sociedades musulmanas
no han operado la ruptura de la modernidad. Totalmente de acuerdo.
Para terminar, hoy estamos en un
periodo, al menos en lo que conozco que son los países árabes —no conozco
Indonesia o Pakistán, que es otro problema— en el que, por paradójico que
parezca, esa emergencia de la violencia del Islam político indica que el
cuestionamiento de la modernidad está en el centro de esas sociedades, si no no
habría la violencia de ese Islam político, y la regresión religiosa significa
que el Islam político intenta bloquear el debate y la llegada de la modernidad
con sus formas autóctonas, porque la modernidad en esos países no tiene por qué
adoptar la forma de la modernidad europea.