Fundamentalismo religioso y las mujeres: las razones del manifiesto “Ni putas ni sumisas

 

Conferencia impartida por Doña Amelia Valcárcel en Gijón el 25 de octubre de 2004, dentro de las Jornadas Ley contra el uso de signos religiosos en la escuela pública francesa, ¿era necesaria?

 

 

 

Presentación: Doña Gemma Coira

 

Doña Amelia Valcárcel es doctora en Filosofía. Vicepresidenta del Real Patronato del Museo del Prado. Catedrática de Filosofía moral y política, enseña en la Universidad de Oviedo. Ha presidido, dirigido y coordinado  tanto Proyectos de Investigación, Congresos de Filosofía Nacionales e Internacionales, como Seminarios y Grupos Expertos. Forma parte de también de varios Jurados Españoles y Europeos, así como de consejos de redacción de diversas revistas y varias colecciones editoriales. Como autora ha publicado los libros: Hegel y la Ética (finalista del Premio Nacional de Ensayo, 1989); Sexo y Filosofía, 1991; Del miedo a la igualdad, 1993 (finalista del Premio Nacional de Ensayo, 1994);  La política de las mujeres, 1997; Ética contra estética, 1998;  Rebeldes, 2000. Su último libro publicado es Ética para un mundo global. Cuenta además con artículos y ensayos aparecidos en revistas especializadas y volúmenes colectivos, como “El discurso de la mentira”, “La Obscenidad”, “La secularización de pecado”, “Historia de la Ética”, “Historia de la teoría política”, “La misoginia romántica”, y  traducciones (Tras la Virtud, de A. MacIntyre). Entre sus Ediciones: El concepto de igualdad (1994), Los desafíos del feminismo ante el siglo XXI (2000), Pensadoras del siglo XX (2001), El sentido de la Libertad (2002)

 

 

Conferencia de Doña Amelia Valcárcel

 

Agradezco a mis amigas de la Tertulia Feminista Les Comadres, que son amigas firmes desde hace largos años, y también a la Asociación de Mujeres Progresistas “Sara Suárez Solís” el que hayan tenido esta iniciativa y me hayan invitado a ella. Además, es para mí un honor estar aquí compartiendo mesa con Sophie Bessis, que es una de las voces del mundo del pensamiento que más respeto. Conozco el trabajo de Sophie Bessis, lo he seguido largos años y realmente pocos pensadores políticos tienen la información o la capacidad de análisis que se encuentra en la obra de Sophie Bessis; aparte del punto de vista por su propia situación singular, su dominio de las referencias de las tres grandes religiones del libro es casi completo. Para mí es un honor estar con ella. Por último, quiero agradecer a nuestro gobierno, el gobierno de Asturias, que esté hoy aquí en la persona de la Consejera de la Presidencia y, por lo tanto, que dé el rango político que tiene este tipo de reflexión que queremos hacer, porque creo que si de algo tendremos que hablar en Europa en los próximos 20 años es de qué va a pasar con una Europa multirreligiosa, quizás multicultural, con seguridad multirracial. Nadie puede asegurar lo que va a pasar, está en nuestras manos y como decía la Consejera de la Presidencia –voy a ser chivata-: “Yo tengo que ajustarme –lo que lamento- a lo políticamente correcto”, mi respuesta ha sido: “Es aquí donde vamos a ir fabricando esa construcción de lo llamado políticamente correcto. No está dado. Este debate forma parte de ello: qué vamos a considerar políticamente correcto”.

Cuando Vds han llegado quizás se hayan dado cuenta de que Sophie y yo, cual si fuéramos dos starlettes, estábamos posando para unos fotógrafos y respondiendo a algunas preguntas que son muy importantes. El problema del velo no es el problema de las mujeres ni el problema de las niñas, sino que es el problema general de a qué parámetros hay que acudir para poder vivir juntos y juntas, y no están dados. Tenemos algunos debates sobre los que conviene reflexionar y tener muy en cuenta. Una noción de falsa tolerancia no puede conducir a decir que todas las culturas aportan algo y por lo tanto todas son respetables. Tanto Sophie como yo, que no estamos de acuerdo en muchas cosas, sí que tuvimos en las respuestas un punto de acuerdo evidente: ninguna cultura, ninguna forma religiosa es enteramente respetable; se puede respetar unos rasgos y otros no. Una falsa tolerancia dirá que hay que respetar todo, pero no es posible a poco que respetes tus propios valores, los cuales no son caprichosos sino que son el decantado de al menos dos siglos o un poco más de ir reciclando experiencia y volver ley civil y práctica moral la salida de las sociedades tradicionales de las que venimos.

Estamos tratando con temas que son muy fuertes y en Europa tenemos un desafío especialmente grande. A veces los europeos también tenemos un punto de vanidad, pensamos que nosotros vamos a poder solucionar mejor el tema de la integración. Por ejemplo, yo he visto de cara a esa pequeña soberbia que los europeos manejamos con los estadounidenses, y tenemos sociedades que son multiétnicas en América (al menos tenemos tres), que son multirreligiosas –unas más y otras menos- y que tienen, a veces, severos problemas de integración; en Europa estamos acostumbrados a mirar con una pequeña soberbia eso. Pues bien, el asunto es: no creamos que estamos más preparados que otros; nuestra experiencia como europeos respecto de la disidencia, del diferente, no puede ser más dura. En Europa nunca hemos integrado al disidente, nos hemos desecho de él. No creamos que hemos llegado a tal grado de perfección que vamos a pasar por encima de lo que nos acompaña en nuestro pasado y en nuestro pasado más inmediato. En Europa la democracia ha tenido una vida mucho más atropellada y más difícil que la que han tenido en América, con partes de interrupción fortísimas; y en Europa han ocurrido cosas como genocidios planificados, o sea que no estamos hablando de ninguna broma. Por eso hay que tratar con mesura estos temas, pero tratarlos con mesura no excluye tratarlos con firmeza. Y voy a decirles qué hay aquí.

De lo que quiero hablar hoy aquí es de algo muy simple: el manifiesto Ni putas ni sumisas. ¿Qué es esto?

Este manifiesto, traducido y publicado en español (Ed. Cátedra - Colección Feminismos, Madrid, 2004), ha tenido problemas en editarse, pero de eso no voy a hablar. Este es un manifiesto que firma Fadela Amara en colaboración con Sylvia Zappi.

¿Qué cuenta? Es un manifiesto largo, con unas 140 páginas, donde en realidad lo que oímos no es la voz de la autora, sino la voz de las mujeres de las barriadas de algunas de las ciudades de Francia. En el año 2003, el 1 de febrero de 2003, se inicia una marcha de las mujeres de las cités que comienza en Vitry-sur-Seine y que recorre toda Francia hasta que se congrega en París el 8 de marzo. Al principio es una marcha muy pequeña; son 8 mujeres y 2 varones quienes inician la marcha y se trata de ir a la siguiente barriada y allí presentar el movimiento y pedir que se siga. Al final -las autoras están asombradas- logran reunir a más de 30.000 personas en la marcha. Tengamos en cuenta que esto es en un mes.

¿Qué es lo que van contando? La marcha es una marcha por la igualdad y contra el ghetto, por la igualdad entre lo sexos y contra el ghetto. Pero, ¿qué está pasando en estas cités, en las barriadas?

Son barrios rápidos que se han edificado a partir de los años 50 del siglo XX, que han posibilitado el despliegue industrial de Francia (también se da el caso en Alemania con la emigración española), donde la gente se instala, donde la gente entró a vivir; era una mejora sobre las barracas previas. Venían del norte de África. Todas las potencias coloniales están recibiendo el flujo migratorio y cada uno lo recibe de allá donde tuvo sus lugares coloniales: Inglaterra lo recibe de su imperio colonial, India y parte de África; Francia de los protectorados del norte de África, de Túnez, de Argel y de Indochina; España ahora tiene un reflujo de América, y en este sentido quizás no estemos tan mal colocados como otros países respecto del problema.

El problema es más grave allí donde el reflujo es de un espacio geográfico donde no hay continuidad étnica pero sobre todo continuidad religiosa, y éste es el caso de Francia; gran parte del reflujo de población que va a Francia es de religión musulmana.

Esto no tendría que ser un problema, pero sí que lo es, y grandísimo porque hay que saber y atreverse a decir que las más altas instancias políticas francesas están diciendo no en público sino por la bajo que no saben cómo asimilar a esta población, que es inasimilable y que no saben cómo se sigue.

¿Qué ha pasado? Que, como cuentan en Ni putas ni sumisas, a estas cités han llegado unas personas con una estructura familiar. La estructura familiar era la siguiente: llegaba un varón que trabajaba en lo que había, en la fábrica correspondiente; cuando ese varón llevaba 3 ó 4 años trabajando volvía a su país y se casaba con una mujer normalmente 15 ó 20 años más joven que él, a la que llevaba a vivir a Francia. Esta mujer venía a vivir a un lugar diferente de su lugar diferente, pero mejor del de procedencia. El varón solía ser mucho más conservador y menos permeable que la mujer, de tal manera que encontramos un varón muy mayor, que le lleva 15 años a una mujer que sin embargo, por mor de su juventud, es más abierta y más receptiva que él a saber lo que está pasando -a pesar de que incluso esté más hormada que él por su propio grupo, pero la disposición de ella es otra, distinta a la del varón. Es una mujer que se pone a tener hijos (es aquello para lo que su cultura la ha educado, para tener hijos y cuidar de su marido), pero tiene ya menos hijos que en su país de origen: si en su país la media son 7 hijos aquí va a ser de 4. Esta mujer está completamente decidida a que sus hijas e hijos tengan algo que ella comienza a llamar oportunidades y el marido la acompaña en esta decisión.

Al principio esta migración piensa en volver a su país, en ganar un dinero para vivir mejor..., pero esta migración no vuelve, se queda; quizás se hace una casa en su país de origen, ayuda a sus parientes..., pero no va a retornar. Y la segunda generación no va a pensar que el país al que va de vacaciones es su patria; el lugar en el que vives es tu patria, la lengua en la que te has escolarizado, tu sociedad es ésta. ¿Por qué no vivir ahí? Amara cuenta cómo al principio todo el mundo cree que va a poder salir de estas cités, se dicen “viviremos aquí un rato, trabajaremos, estudiaremos, tendremos éxito, nos irá bien, el sistema premia la seriedad y el buen trabajo”; los éxitos escolares son celebrados en toda la barriada: fulanita ha logrado entrar en el liceo con buena nota...

 

(Advertencia: recordamos que lo que aquí ofrecemos es una transcripción de la conferencia ofrecida por Amelia Valcárcel, y pedimos disculpas porque en este punto nos hemos encontrado con que faltan unos minutos de la grabación y, por tanto, no hemos podido incluirlos )

Hay hermanos mayores que a quien van a escuchar es al imán de la trapa. ¿Por qué?, porque no tienen salida. Fadela Amara dice que no tienen salida y que hay mucha rabia en los ghettos, rabia que se vuelve contra las mujeres porque son las que se escapan, son el punto de fuga. Muchas veces no hay trabajo pero, es curioso, hay menos trabajo para ellos. Sabemos que las tasas de paro femenino son mayores, pero sabemos que las mujeres aguantan mucho más, es decir que si te dan una cosa que es menos pues te aguantarás; pero puede haber unos chicos, que puede ser que no hayan sido los mejores de su clase, que no hayan sido los que pudieron escapar y dar el salto, que hayan sido los más mediocres, pero que así crean que tienen derecho a algo más, que vayan cultivando la rabia y que incluso en algunos casos está justificada, es decir que piensen que no les dan algo porque son magrebíes: “Esto de que soy ciudadano francés es mentira, porque si llamo y digo que me llamo Pierre dicen que vaya, y cuando me ven la cara me dicen: ‘No, ya hemos dado el empleo’. Luego a mí no me están tratando como a un ciudadano corriente, y ¿sabéis lo que os digo? no soy un ciudadano corriente, soy un problema que vais a tener”.

Se está fabricando en las barriadas una identidad reactiva que tiene que ver con una integración deficiente. No pensemos que toda la culpa es nuestra. La integración es deficiente, pero la identidad reactiva es malvada y amenaza un orden de cosas que para nosotros es vital. ¿Estas personas pueden llegar a formar parte de pequeños grupos durmientes terroristas?

Lo que nos importa ahora del manifiesto Ni putas ni sumisas es lo que pasa hacia adentro: estos chicos adolescentes, varones, que horman a las chicas de su barrio, ¿por qué? porque la comunidad existe cuando las mujeres respetan las reglas. Una comunidad son las mujeres de esa comunidad. Si las mujeres dejan de respetar las reglas, esa comunidad siente que se va a disolver: ¿Quiénes somos nosotros si no podemos imponer respeto a nuestras mujeres? Como no somos capaces de imponer que se respete a nuestras mujeres como nuestras fuera de nuestra comunidad (ahí estamos disueltos en el seno común de lo francés) tenemos que imponer el respeto dentro de nuestra comunidad, ¿por qué métodos? por todos los métodos.

Las mujeres de este manifiesto cuentan cómo la amenaza de violación colectiva a cualquier mujer que se salga de la norma es una amenaza que se puede cumplir. Es decir: “A fulanita se la ha visto con un chico que no es del barrio. Vamos a ver a fulanita a las once de la noche los 16 y la violamos para que se entere. Quedará así profanada y avergonzada y además de una forma inimaginablemente dura. En la cabeza de fulanita aprenderán las demás”. Amara nos cuenta muchas historias, historias tan terribles como la de un chico que se suicida porque es llamado por su fratría para ir a violar a una mujer y cuando llega allí descubre que la que van a violar es su hermana.

Están pasando cosas terribles.

¿Qué hay que hacer? ¿Cómo se defienden? Está claro, si te pones el velo no se meterán contigo. ¿De dónde viene este velo? El velo que ahora llamamos así es un pañuelo y además no es tradicional en ninguna de las sociedades islámicas. Es un invento recientísimo, viene directamente de la revolución jomeinita, allí es donde se inventó. En lugares donde la cubrición de las mujeres era especialmente oneroso incluso este pañuelo pudiera ser entendido como una especie de pequeño progreso. Si miramos cómo es la manera de cubrirse por ejemplo en Marruecos veremos que es casi un progreso: si ves a una mujer muy mayor por la calle esta mujer tiene dificultades para caminar, porque tiene una especie de toca doblada y un pañuelo que sólo le permiten tener una ranura para ver; comparar esto con llevar el rostro descubierto es al fin y al cabo una presencia pública mayor que la otra manera de transitar por el espacio público que es simplemente no existir, no estar, por eso se te autoriza. Pues bien, comparado con esto puede ser que en algunos lugares esta manera de llevar el pañuelo sea entendida como un cierto progreso sobre formas más tradicionales; nuestro problema es que no se nos pide que entendamos cómo funciona el velo en Irán, en Indonesia o en Turquía, sino cómo funciona el velo en Francia porque ahí puede significar otra cosa.

¿Por qué las chicas están poniendo el velo? Fadela Amara dice que están teniendo miedo. Cuando empezó a extenderse este tipo de pañuelos desde Irán, recuerdo haber oído unas manifestaciones de una joven estudiante egipcia que decía: “Yo prefiero ponérmelo porque así los chicos no nos llaman cosas por la calle”. Unos años después, como ya todas llevaban el pañuelo, las llamaban cosas por la calle igual; aquello ya no diferenciaba; era una señal de decencia: “por tanto a esta no, pero a la que parezca menos decente sí”. Esto nos tiene que sonar; desde luego en España nos suena bastante. Nosotras nacimos en el siglo XIII: había una cosa que se llamaba nacionalcatolicismo y un señor que mandaba, y yo de pequeña llevaba velo; yo llevaba los libros, la cartera escolar y el velo, porque en los colegios aquella prenda salía de la cartera varias veces y te la tenías que poner por encima para ir a un lugar llamado la capilla, donde echábamos gran cantidad de horas. Por ello nos suena de algo de qué iba eso de una prenda que es la presunción de la decencia.

“Si te pones velo no te atacarán; si te pones velo o no te pintas, porque si te pintas puedes ser atacada; si te pones velo y no te pintas y no sales con algún chico que no nos guste...”

Al final lo que pasa es que nos ponemos el velo para salir del barrio a toda velocidad y cuando estamos fuera nos lo quitamos; esa práctica de la doble vida es lo que están haciendo la mayor parte de las chicas: en el barrio hay que mantener una apariencia y tener mucho cuidado y que nadie se entere de lo que estás haciendo, ¿por qué?, porque se corre peligro.

Pero ¿qué pasa?, ¿son tan distintos los barrios? Veamos, ¿qué problemas tienen las chicas en los barrios? Tienen el problema de la educación, del trabajo, de la familia y de los chicos de su barrio, que son un problema terrible. El imán de la trapa está de acuerdo con estos chicos, nadie les quita la razón, nadie les dice “eso no se hace” y ellos están consiguiendo que todo el mundo se acabe comportando como ellos desean, aunque sea de un modo hipócrita, es decir “que no te vean fuera del barrio, porque se lo pueden contar a otros”. El control empieza a ser mayor que el lugar en que efectivamente te controlan. Las amenazas no son amenazas en balde, ya que pueden volverse verdaderas. ¿Quién nos defiende de todo esto?

Lo que Ni putas ni sumisas cuenta (y por eso ese título) es dónde estamos. Desde fuera se dice: “Mira las mujeres de los barrios, no tienen coraje ni valentía, se dejan hacer de todo y andan por ahí con el velo puesto, se lo quitan una vez que salen, y se merecen todo lo que les pasa porque vienen de una cultura donde las mujeres son sumisas y no saben tener su destino en la mana”. Estas mujeres dicen: “Hacia fuera somos gente que se somete a lo que sea. ¿Y dentro? dentro somos putas”. Están en la dinámica terrible de ser más decente que nadie, pero siempre se puede ser más decente; siempre se puede exigir más: “Dentro somos putas porque no nos plegamos a todo y fuera somos sumisas porque no nos revelamos contra esto. Estamos metidas en una contradicción brutal y es nuestra libertad la que se está resistiendo, y se está resistiendo hasta tal punto que no tenemos otra cosa que se llame libertad. Tenemos más miedo que libertad y ¿quién nos ayuda a esto?”

Conviene leer este texto porque es una voz que nos habla de las experiencias que tienen y que debemos tener en cuenta. ¿Por qué? porque hay que evitar la xenofobia, pero también la beatería de la tolerancia. Si tú toleras cosas que les hacen a otros por la buena razón de que a ti no te pasan, tu noción de tolerancia no puede ser más malvada además de extravagante. Ninguna religión puede pedir tolerancia para todos sus supuestos; máxime religiones como la de los imanes de la trapa, que quieren hacerse organizadores de la rabia. Además, hay un grupo social con gente no especialmente autorizada para hacer esto ni con los canales mejores para poder pensar, por su propia situación, por su propia posición en los acontecimientos con los que está tratando.

¿Qué está haciendo el Estado francés? El Estado francés se ha dado cuenta de que desde que en el año 1989 se decidió que cada centro hiciera lo que bien le pareciera, el velo iba in crescendo, no disminuía. El Estado tenía que decir algo.

Yo no veo la ley del velo como algo que vaya a acabar con el fundamentalismo, que tiene muchas maneras de manifestarse, muchas raíces... Había que atenderlo de mil y otras formas, y más vale que podamos hacerlo. Francia será maestra en esto, porque Francia está empezando. El problema es mayor que todo esto. La ley del velo es un signo de que el Estado francés se da por enterado de que tiene un problema, y desde luego no piensa seguir utilizando una falsa noción de tolerancia para afrontarlo. Hay que tener en cuenta una cosa: muchas veces la gente que pide falsa tolerancia en realidad lo hace para cualquier práctica de éstas, cuando son prácticas especialmente atentatorias. En verdad, lo que están transmitiendo es lo siguiente: “Bueno, ¿qué nos importa? no es nuestro problema. ¿Qué problema tengo yo? Esta gente que se vuelva a su sitio; mientras estén aquí son sus costumbres, ¿qué importa?”. Sí, pero es que se van a quedar... No vale simplemente consensuar una cosa que se llama tolerancia, cuando están dando ese nombre a una falta total de respeto: “Vente aquí; yo te voy a utilizar, y mientras tanto te digo que te tolero: ¿viste que bien?” Pero, muy al contrario, se van a quedar. Es entonces cuando empezamos a asistir a las extrañas alianzas.

En el año 1989 se plantea por primera vez el problema del velo. El Consejo de Estado decide que cada centro haga lo que bien le parezca: el director o directora de un centro situado en una barriada especialmente conflictiva es quien tiene que dar el do de pecho a favor del republicanismo y la laicidad sin el amparo del propio Estado detrás. ¿Qué es lo que ha sucedido? que los directores y directoras se van lavando las manos a medida que la marea verde va subiendo; dicen: “No soy yo quien tiene que lidiar con esto”. La ley del velo significa, por primera vez y por la gran cantidad de apoyos que ha tenido en la cámara, que el Estado francés de repente se acuerda de que es laico. Eso está bien porque Francia es el único país de Europa en el que la Constitución dice que es un Estado laico. Por cierto, como va a haber que cambiar la Constitución española, a ver si alguien se acuerda de esto, porque su interés tiene; es importante de cara a la Constitución europea porque la estamos gestando. Es muy importante dejar claro la laicidad.

¿Qué es lo que hace la ley francesa? Naturalmente, no contenta a nadie. Creo que fue en el propio año 1989, cuando se presentó el primer conflicto con el velo, cuando el imán de la mezquita de París salió diciendo que el velo era un signo religioso y que por tanto era la tolerancia religiosa la que tenía que avalarlo; e inmediatamente salió el cardenal católico de París y dijo que el imán tenía toda la razón. Vamos a ver, permítanme que haga una broma (ya sé que muy torcida, muy desagradable): hay ciertos señores de avanzada edad con afición a llevar faldas de colores a los alrededores a los que no se les puede dejar juntos diciendo cosas.

Yo supongo que lo que luego ocurre no tiene nada que ver con la puesta en escena, pero por ejemplo tras el atentado del 11 de septiembre contra la torres gemelas se organizó –EEUU es una nación muy religiosa- una celebración multicultural. Era curioso ver la cantidad de tocados y faldas que hay para decir lo mismo: todos varones, cada uno con una cosa diferente alrededor, cada uno mandando una plegaria al único dios único..., era muy curioso de ver.

Los valores que nos han permitido vivir juntos y moderadamente mejor en los últimos dos siglos son los valores de la laicidad. Los valores de la laicidad dicen que las religiones se tienen que tolerar entre sí, el Estado ampararlas a todas y no darle la razón a ninguna. Últimamente nuestro presidente de la conferencia episcopal ha llamado a esto ‘fundamentalismo laicista’. Hay que decirle a este señor, aunque yo no soy la más autorizada, que ‘fundamentalismo laicista’ es muy bonito y se lo debe haber contado alguien que tenga en su gabinete, pero es una expresión sin sentido. El laicismo no puede ser fundamentalista; sólo la religión puede serlo (el cristianismo también lo ha sido) porque consiste en coger el texto revelado y decir que el texto revelado tiene que suplir a la ley civil, que la palabra de dios es más perfecta que cualquier consenso humano y que por lo tanto nos vamos a regir por lo que diga este libro. Esto es fundamentalismo. Regirse por la Declaración de Derechos Humanos de 1948 no es ningún fundamentalismo. Es la única Declaración que pone las bases para una ciudadanía mundial y para la moral contemporánea, aquello a lo que tenemos derecho, lo que podemos esperar y cómo hacer los canales institucionales para lograrlo; eso no es ningún fundamentalismo. No existe el fundamentalismo laicista. Me temo que hay que ir aclarando estas cosas en el debate y que no va a ser fácil porque yo no desdeñaría jamás el enorme poder que tienen las religiones como iglesias organizadas ni el enorme poder que tienen sobre las conciencias.

¿Qué ha logrado este manifiesto? Este manifiesto ha tenido algo que ver con el informe que está en la base de la ley: el informe Stasi. Para realizar este informe sobre la laicidad se reunió una comisión de todo tipo de personas, se supone que informadas. Este informe no ha sido nada fácil de construir, ha llevado un largo debate. Es un informe muy bueno; quizás convendría editarlo aquí, porque aquí no se hecho nada parecido. Aquí sólo hemos tenido un indicio de por dónde pueden ir las cosas hace un par de años ante el problema de una niña en un Instituto de los alrededores de Madrid, pero no se ha hecho un informe ni nada. Quizás estamos escondiendo la cabeza debajo del ala, creyendo que ya pasará el temporal, cuando no estamos soportando que desde ciertos reductos muy falsamente autoconcebidos como progresistas se nos diga que el multiculturalismo es una buena ley democrática y que hay que respetar cualquier cosa presente en cualquier cultura y que lo que hay que hacer es un esfuerzo de comprensión.

Las cosas que no son respetables no tienen que ser respetadas. Las religiones no son formas de organizar una comunidad política y ni siquiera está claro que sean buenas formas de organizar socialmente a las personas. La tabla laica de valores parece haber dado hasta el momento bastantes buenos resultados allí donde se puede hacer realista mediante políticas adecuadas. Este asunto se enfrenta política y presupuestariamente al gravísimo problema de la formación, de la exclusión y de los ghettos; la integración es necesaria y si no, esto no sale. Pero hay que proteger a las ciudadanas –porque lo son- de regresiones normativas que estén avaladas por ideas religiosas y que mermen sus libertades individuales, aunque todas las religiones del mundo digan que esto es una cosa que todavía no saben si sus dioses les autorizan a pensar. La religión es un asunto privado: compromete la relación que tiene el/la creyente con la divinidad y tiene sus lugares, que hay que mantener separados de aquellos donde se transmiten los valores que hacen posible la convivencia política. Yo estoy de acuerdo en que estos últimos lugares no estén presentes los signos religiosos. Ello no le resta dignidad a la religión.

Pero hay religiones y religiones. Nuestra religión ha tenido fases fundamentalistas en el pasado y no es descartable que pudiera tenerlas todavía, porque todas las religiones pueden tenerlas. El problema es sujetar la religión allí donde empezó a ser llevada después de las enormes guerras de religión en Europa: la conciencia de cada cliente, pero que deje de organizar la vida de las personas a no ser que se trate de formas de vida religiosa que estén de acuerdo en concebir una comunidad universal, es decir ellas mismas universalistas. No es ese el caso de la mayoría de ellas. Hemos heredado formas religiosas que van adelgazando sus pretensiones de normar, de mantener a las personas hormadas y agarradas, pero ni con mucho todas las religiones que conocemos son para nada suaves. Creo que es excesiva la pretensión religiosa de que orillemos el debate religioso cuando hablamos de fundamentalismo. Puede ocurrir que los religiosos nos digan que orillemos el debate religioso, que solucionemos esto sin tocar a las religiones: “No toquemos la religión, arreglemos lo del pañuelo”. No se puede.

Vamos a tener que tocar todos los signos religiosos para deshacernos quizás de lo onerosos que sean dos o tres, pero no creo que las personas que son verdaderamente creyentes (que no sean creyentes por defecto ni por miedo) lo noten, ni les afecte. Cuando la religión se vuelve privada, cuando se vuelve asunto para el creyente, un asunto mediante el cual él o ella construyen su propio yo de otra manera... no creo que les afecte; lo que nos aparece es otro tipo religioso que probablemente tiene que ver con el desarrollo individual pero que justamente ha cortado sus conexiones brutales con la más arcaica normativa social, que es la que está en el fondo de muchas de las formas religiosas. Pienso que este manifiesto es claro en esto también, y que ha avalado parte del informe Stasi (que es magnífico). En el informe Stasi se llega a decir lo siguiente:

“Los grupos comunitarios (grupos cuya adscripción es religiosa) a fin de movilizar militantes explotan las enfermedades sociales, desarrollan una estrategia de agresión contra los individuos a fin de hacer que se plieguen a la norma comunitaria. Estos grupos actúan en los barrios marginados sometiendo a las poblaciones más frágiles a una tensión permanente...”

Estas poblaciones más frágiles son las mujeres de esas barriadas. Nunca olvidemos que las libertades que tenemos son libertades recientemente conquistadas y con cierto estatuto de fragilidad, que el mejor aliado de la libertad de las mujeres ha sido precisamente el laicismo y que ahí nos tenemos que seguir desarrollando.

Si lo que he contado más o menos (¿por qué este manifiesto?) sirve, les doy las gracias por su atención. Esto tiene más lecturas. No pretendo cerrar el debate; pero tenemos un problema -las mujeres tenemos un problema-, aunque el problema que tenemos no es sólo de las mujeres sino que hay un problema de convivencia en Europa para llegar a unas sociedades que sean capaces de estar integradas. Lo que no podemos es desconocer el problema diciendo que como sólo lo sufren unas cuantas niñas ese problema no existe. Cuando las mujeres sufren un problema, a muchas mujeres les duele algo: que la sociedad tiene una grave herida en alguna parte. Yo sólo quería aportar que esto es así y que los problemas de las mujeres no son problemas accidentales, porque donde están situadas las mujeres es el núcleo duro de la adscripción social y por tanto la libertad de las mujeres pone en peligro muchas cosas que un grupo resistente quiere que no ocurra.

Estamos asistiendo a un serio debate de unas ciudadanas y por eso estoy a favor de que el Estado francés haya dicho que está a favor de los derechos de las ciudadanas; yo creo que es lo que se pretende con esta ley.

Nada más, gracias.