Fundamentalismo religioso y las mujeres: las razones del manifiesto “Ni putas ni sumisas”
Conferencia impartida por Doña Amelia Valcárcel en
Gijón el 25 de octubre de 2004, dentro de las Jornadas Ley contra el uso de
signos religiosos en la escuela pública francesa, ¿era necesaria?
Doña
Amelia Valcárcel es doctora en Filosofía. Vicepresidenta del Real Patronato del
Museo del Prado. Catedrática de Filosofía moral y política, enseña en la
Universidad de Oviedo. Ha presidido, dirigido y coordinado tanto Proyectos de Investigación, Congresos
de Filosofía Nacionales e Internacionales, como Seminarios y Grupos Expertos.
Forma parte de también de varios Jurados Españoles y Europeos, así como de
consejos de redacción de diversas revistas y varias colecciones editoriales.
Como autora ha publicado los libros: Hegel y la Ética (finalista del
Premio Nacional de Ensayo, 1989); Sexo y Filosofía, 1991; Del miedo a
la igualdad, 1993 (finalista del Premio Nacional de Ensayo, 1994); La política de las mujeres, 1997; Ética
contra estética, 1998; Rebeldes,
2000. Su último libro publicado es Ética para un mundo global. Cuenta
además con artículos y ensayos aparecidos en revistas especializadas y
volúmenes colectivos, como “El discurso de la mentira”, “La Obscenidad”, “La
secularización de pecado”, “Historia de la Ética”, “Historia de la teoría
política”, “La misoginia romántica”, y
traducciones (Tras la Virtud, de A. MacIntyre). Entre sus
Ediciones: El concepto de igualdad (1994), Los desafíos del feminismo
ante el siglo XXI (2000), Pensadoras del siglo XX (2001), El
sentido de la Libertad (2002)
Conferencia de Doña Amelia
Valcárcel
Agradezco a
mis amigas de la Tertulia Feminista Les Comadres, que son amigas firmes desde
hace largos años, y también a la Asociación de Mujeres Progresistas “Sara
Suárez Solís” el que hayan tenido esta iniciativa y me hayan invitado a ella.
Además, es para mí un honor estar aquí compartiendo mesa con Sophie Bessis, que
es una de las voces del mundo del pensamiento que más respeto. Conozco el
trabajo de Sophie Bessis, lo he seguido largos años y realmente pocos
pensadores políticos tienen la información o la capacidad de análisis que se
encuentra en la obra de Sophie Bessis; aparte del punto de vista por su propia
situación singular, su dominio de las referencias de las tres grandes
religiones del libro es casi completo. Para mí es un honor estar con ella. Por
último, quiero agradecer a nuestro gobierno, el gobierno de Asturias, que esté
hoy aquí en la persona de la Consejera de la Presidencia y, por lo tanto, que
dé el rango político que tiene este tipo de reflexión que queremos hacer,
porque creo que si de algo tendremos que hablar en Europa en los próximos 20
años es de qué va a pasar con una Europa multirreligiosa, quizás multicultural,
con seguridad multirracial. Nadie puede asegurar lo que va a pasar, está en
nuestras manos y como decía la Consejera de la Presidencia –voy a ser chivata-:
“Yo tengo que ajustarme –lo que lamento- a lo políticamente correcto”, mi respuesta
ha sido: “Es aquí donde vamos a ir fabricando esa construcción de lo llamado
políticamente correcto. No está dado. Este debate forma parte de ello: qué
vamos a considerar políticamente correcto”.
Cuando
Vds han llegado quizás se hayan dado cuenta de que Sophie y yo, cual si
fuéramos dos starlettes, estábamos posando para unos fotógrafos y respondiendo
a algunas preguntas que son muy importantes. El problema del velo no es el
problema de las mujeres ni el problema de las niñas, sino que es el problema
general de a qué parámetros hay que acudir para poder vivir juntos y juntas, y
no están dados. Tenemos algunos debates sobre los que conviene reflexionar y
tener muy en cuenta. Una noción de falsa tolerancia no puede conducir a decir
que todas las culturas aportan algo y por lo tanto todas son respetables. Tanto
Sophie como yo, que no estamos de acuerdo en muchas cosas, sí que tuvimos en
las respuestas un punto de acuerdo evidente: ninguna cultura, ninguna forma
religiosa es enteramente respetable; se puede respetar unos rasgos y otros no.
Una falsa tolerancia dirá que hay que respetar todo, pero no es posible a poco
que respetes tus propios valores, los cuales no son caprichosos sino que son el
decantado de al menos dos siglos o un poco más de ir reciclando experiencia y
volver ley civil y práctica moral la salida de las sociedades tradicionales de
las que venimos.
Estamos
tratando con temas que son muy fuertes y en Europa tenemos un desafío
especialmente grande. A veces los europeos también tenemos un punto de vanidad,
pensamos que nosotros vamos a poder solucionar mejor el tema de la integración.
Por ejemplo, yo he visto de cara a esa pequeña soberbia que los europeos
manejamos con los estadounidenses, y tenemos sociedades que son multiétnicas en
América (al menos tenemos tres), que son multirreligiosas –unas más y otras
menos- y que tienen, a veces, severos problemas de integración; en Europa
estamos acostumbrados a mirar con una pequeña soberbia eso. Pues bien, el
asunto es: no creamos que estamos más preparados que otros; nuestra experiencia
como europeos respecto de la disidencia, del diferente, no puede ser más dura.
En Europa nunca hemos integrado al disidente, nos hemos desecho de él. No
creamos que hemos llegado a tal grado de perfección que vamos a pasar por
encima de lo que nos acompaña en nuestro pasado y en nuestro pasado más
inmediato. En Europa la democracia ha tenido una vida mucho más atropellada y
más difícil que la que han tenido en América, con partes de interrupción
fortísimas; y en Europa han ocurrido cosas como genocidios planificados, o sea
que no estamos hablando de ninguna broma. Por eso hay que tratar con mesura
estos temas, pero tratarlos con mesura no excluye tratarlos con firmeza. Y voy
a decirles qué hay aquí.
De
lo que quiero hablar hoy aquí es de algo muy simple: el manifiesto Ni putas
ni sumisas. ¿Qué es esto?
Este manifiesto, traducido y publicado en español (Ed. Cátedra - Colección Feminismos, Madrid, 2004), ha tenido problemas en editarse, pero de eso no voy a hablar. Este es un manifiesto que firma Fadela Amara en colaboración con Sylvia Zappi.
¿Qué
cuenta? Es un manifiesto largo, con unas 140 páginas, donde en realidad lo que
oímos no es la voz de la autora, sino la voz de las mujeres de las barriadas de
algunas de las ciudades de Francia. En el año 2003, el 1 de febrero de 2003, se
inicia una marcha de las mujeres de las cités que comienza en
Vitry-sur-Seine y que recorre toda Francia hasta que se congrega en París el 8
de marzo. Al principio es una marcha muy pequeña; son 8 mujeres y 2 varones
quienes inician la marcha y se trata de ir a la siguiente barriada y allí
presentar el movimiento y pedir que se siga. Al final -las autoras están
asombradas- logran reunir a más de 30.000 personas en la marcha. Tengamos en
cuenta que esto es en un mes.
¿Qué
es lo que van contando? La marcha es una marcha por la igualdad y contra el
ghetto, por la igualdad entre lo sexos y contra el ghetto. Pero, ¿qué está
pasando en estas cités, en las barriadas?
Son barrios rápidos que se han edificado a partir de los años 50 del siglo XX, que han posibilitado el despliegue industrial de Francia (también se da el caso en Alemania con la emigración española), donde la gente se instala, donde la gente entró a vivir; era una mejora sobre las barracas previas. Venían del norte de África. Todas las potencias coloniales están recibiendo el flujo migratorio y cada uno lo recibe de allá donde tuvo sus lugares coloniales: Inglaterra lo recibe de su imperio colonial, India y parte de África; Francia de los protectorados del norte de África, de Túnez, de Argel y de Indochina; España ahora tiene un reflujo de América, y en este sentido quizás no estemos tan mal colocados como otros países respecto del problema.
El
problema es más grave allí donde el reflujo es de un espacio geográfico donde
no hay continuidad étnica pero sobre todo continuidad religiosa, y éste es el
caso de Francia; gran parte del reflujo de población que va a Francia es de
religión musulmana.
Esto
no tendría que ser un problema, pero sí que lo es, y grandísimo porque hay que
saber y atreverse a decir que las más altas instancias políticas francesas
están diciendo no en público sino por la bajo que no saben cómo asimilar a esta
población, que es inasimilable y que no saben cómo se sigue.
¿Qué
ha pasado? Que, como cuentan en Ni putas ni sumisas, a estas cités
han llegado unas personas con una estructura familiar. La estructura familiar
era la siguiente: llegaba un varón que trabajaba en lo que había, en la fábrica
correspondiente; cuando ese varón llevaba 3 ó 4 años trabajando volvía a su
país y se casaba con una mujer normalmente 15 ó 20 años más joven que él, a la
que llevaba a vivir a Francia. Esta mujer venía a vivir a un lugar diferente de
su lugar diferente, pero mejor del de procedencia. El varón solía ser mucho más
conservador y menos permeable que la mujer, de tal manera que encontramos un
varón muy mayor, que le lleva 15 años a una mujer que sin embargo, por mor de
su juventud, es más abierta y más receptiva que él a saber lo que está pasando
-a pesar de que incluso esté más hormada que él por su propio grupo, pero la
disposición de ella es otra, distinta a la del varón. Es una mujer que se pone
a tener hijos (es aquello para lo que su cultura la ha educado, para tener
hijos y cuidar de su marido), pero tiene ya menos hijos que en su país de origen:
si en su país la media son 7 hijos aquí va a ser de 4. Esta mujer está
completamente decidida a que sus hijas e hijos tengan algo que ella comienza a
llamar oportunidades y el marido la acompaña en esta decisión.
Al
principio esta migración piensa en volver a su país, en ganar un dinero para
vivir mejor..., pero esta migración no vuelve, se queda; quizás se hace una
casa en su país de origen, ayuda a sus parientes..., pero no va a retornar. Y
la segunda generación no va a pensar que el país al que va de vacaciones es su
patria; el lugar en el que vives es tu patria, la lengua en la que te has
escolarizado, tu sociedad es ésta. ¿Por qué no vivir ahí? Amara cuenta cómo al
principio todo el mundo cree que va a poder salir de estas cités, se
dicen “viviremos aquí un rato, trabajaremos, estudiaremos, tendremos éxito, nos
irá bien, el sistema premia la seriedad y el buen trabajo”; los éxitos
escolares son celebrados en toda la barriada: fulanita ha logrado entrar en el
liceo con buena nota...
(Advertencia: recordamos que lo que aquí ofrecemos es una transcripción de la conferencia ofrecida por Amelia Valcárcel, y pedimos disculpas porque en este punto nos hemos encontrado con que faltan unos minutos de la grabación y, por tanto, no hemos podido incluirlos )
Hay
hermanos mayores que a quien van a escuchar es al imán de la trapa. ¿Por qué?,
porque no tienen salida. Fadela Amara dice que no tienen salida y que hay mucha
rabia en los ghettos, rabia que se vuelve contra las mujeres porque son las que
se escapan, son el punto de fuga. Muchas veces no hay trabajo pero, es curioso,
hay menos trabajo para ellos. Sabemos que las tasas de paro femenino son
mayores, pero sabemos que las mujeres aguantan mucho más, es decir que si te
dan una cosa que es menos pues te aguantarás; pero puede haber unos chicos, que
puede ser que no hayan sido los mejores de su clase, que no hayan sido los que
pudieron escapar y dar el salto, que hayan sido los más mediocres, pero que así
crean que tienen derecho a algo más, que vayan cultivando la rabia y que
incluso en algunos casos está justificada, es decir que piensen que no les dan
algo porque son magrebíes: “Esto de que soy ciudadano francés es mentira,
porque si llamo y digo que me llamo Pierre dicen que vaya, y cuando me ven la
cara me dicen: ‘No, ya hemos dado el empleo’. Luego a mí no me están tratando
como a un ciudadano corriente, y ¿sabéis lo que os digo? no soy un ciudadano
corriente, soy un problema que vais a tener”.
Se
está fabricando en las barriadas una identidad reactiva que tiene que ver con
una integración deficiente. No pensemos que toda la culpa es nuestra. La
integración es deficiente, pero la identidad reactiva es malvada y amenaza un
orden de cosas que para nosotros es vital. ¿Estas personas pueden llegar a
formar parte de pequeños grupos durmientes terroristas?
Lo
que nos importa ahora del manifiesto Ni putas ni sumisas es lo que pasa
hacia adentro: estos chicos adolescentes, varones, que horman a las chicas de
su barrio, ¿por qué? porque la comunidad existe cuando las mujeres respetan las
reglas. Una comunidad son las mujeres de esa comunidad. Si las mujeres dejan de
respetar las reglas, esa comunidad siente que se va a disolver: ¿Quiénes somos
nosotros si no podemos imponer respeto a nuestras mujeres? Como no somos capaces
de imponer que se respete a nuestras mujeres como nuestras fuera de nuestra
comunidad (ahí estamos disueltos en el seno común de lo francés) tenemos que
imponer el respeto dentro de nuestra comunidad, ¿por qué métodos? por todos los
métodos.
Las
mujeres de este manifiesto cuentan cómo la amenaza de violación colectiva a
cualquier mujer que se salga de la norma es una amenaza que se puede cumplir.
Es decir: “A fulanita se la ha visto con un chico que no es del barrio. Vamos a
ver a fulanita a las once de la noche los 16 y la violamos para que se entere.
Quedará así profanada y avergonzada y además de una forma inimaginablemente
dura. En la cabeza de fulanita aprenderán las demás”. Amara nos cuenta muchas
historias, historias tan terribles como la de un chico que se suicida porque es
llamado por su fratría para ir a violar a una mujer y cuando llega allí
descubre que la que van a violar es su hermana.
Están
pasando cosas terribles.
¿Qué
hay que hacer? ¿Cómo se defienden? Está claro, si te pones el velo no se
meterán contigo. ¿De dónde viene este velo? El velo que ahora llamamos así es
un pañuelo y además no es tradicional en ninguna de las sociedades islámicas.
Es un invento recientísimo, viene directamente de la revolución jomeinita, allí
es donde se inventó. En lugares donde la cubrición de las mujeres era
especialmente oneroso incluso este pañuelo pudiera ser entendido como una
especie de pequeño progreso. Si miramos cómo es la manera de cubrirse por
ejemplo en Marruecos veremos que es casi un progreso: si ves a una mujer muy
mayor por la calle esta mujer tiene dificultades para caminar, porque tiene una
especie de toca doblada y un pañuelo que sólo le permiten tener una ranura para
ver; comparar esto con llevar el rostro descubierto es al fin y al cabo una
presencia pública mayor que la otra manera de transitar por el espacio público
que es simplemente no existir, no estar, por eso se te autoriza. Pues bien,
comparado con esto puede ser que en algunos lugares esta manera de llevar el
pañuelo sea entendida como un cierto progreso sobre formas más tradicionales;
nuestro problema es que no se nos pide que entendamos cómo funciona el velo en
Irán, en Indonesia o en Turquía, sino cómo funciona el velo en Francia porque
ahí puede significar otra cosa.
¿Por qué las
chicas están poniendo el velo? Fadela Amara dice que están teniendo miedo.
Cuando empezó a extenderse este tipo de pañuelos desde Irán, recuerdo haber
oído unas manifestaciones de una joven estudiante egipcia que decía: “Yo
prefiero ponérmelo porque así los chicos no nos llaman cosas por la calle”.
Unos años después, como ya todas llevaban el pañuelo, las llamaban cosas por la
calle igual; aquello ya no diferenciaba; era una señal de decencia: “por tanto
a esta no, pero a la que parezca menos decente sí”. Esto nos tiene que sonar;
desde luego en España nos suena bastante. Nosotras nacimos en el siglo XIII:
había una cosa que se llamaba nacionalcatolicismo y un señor que mandaba, y yo
de pequeña llevaba velo; yo llevaba los libros, la cartera escolar y el velo,
porque en los colegios aquella prenda salía de la cartera varias veces y te la
tenías que poner por encima para ir a un lugar llamado la capilla, donde
echábamos gran cantidad de horas. Por ello nos suena de algo de qué iba eso de
una prenda que es la presunción de la decencia.
“Si te pones
velo no te atacarán; si te pones velo o no te pintas, porque si te pintas
puedes ser atacada; si te pones velo y no te pintas y no sales con algún chico
que no nos guste...”
Al final lo
que pasa es que nos ponemos el velo para salir del barrio a toda velocidad y
cuando estamos fuera nos lo quitamos; esa práctica de la doble vida es lo que
están haciendo la mayor parte de las chicas: en el barrio hay que mantener una
apariencia y tener mucho cuidado y que nadie se entere de lo que estás
haciendo, ¿por qué?, porque se corre peligro.
Pero ¿qué pasa?, ¿son tan distintos los barrios? Veamos, ¿qué problemas tienen las chicas en los barrios? Tienen el problema de la educación, del trabajo, de la familia y de los chicos de su barrio, que son un problema terrible. El imán de la trapa está de acuerdo con estos chicos, nadie les quita la razón, nadie les dice “eso no se hace” y ellos están consiguiendo que todo el mundo se acabe comportando como ellos desean, aunque sea de un modo hipócrita, es decir “que no te vean fuera del barrio, porque se lo pueden contar a otros”. El control empieza a ser mayor que el lugar en que efectivamente te controlan. Las amenazas no son amenazas en balde, ya que pueden volverse verdaderas. ¿Quién nos defiende de todo esto?
Lo
que Ni putas ni sumisas cuenta (y por eso ese título) es dónde estamos.
Desde fuera se dice: “Mira las mujeres de los barrios, no tienen coraje ni
valentía, se dejan hacer de todo y andan por ahí con el velo puesto, se lo
quitan una vez que salen, y se merecen todo lo que les pasa porque vienen de
una cultura donde las mujeres son sumisas y no saben tener su destino en la
mana”. Estas mujeres dicen: “Hacia fuera somos gente que se somete a lo que
sea. ¿Y dentro? dentro somos putas”. Están en la dinámica terrible de ser más
decente que nadie, pero siempre se puede ser más decente; siempre se puede
exigir más: “Dentro somos putas porque no nos plegamos a todo y fuera somos
sumisas porque no nos revelamos contra esto. Estamos metidas en una
contradicción brutal y es nuestra libertad la que se está resistiendo, y se
está resistiendo hasta tal punto que no tenemos otra cosa que se llame
libertad. Tenemos más miedo que libertad y ¿quién nos ayuda a esto?”
Conviene leer este texto porque es una voz que nos habla de las
experiencias que tienen y que debemos tener en cuenta. ¿Por qué? porque hay que
evitar la xenofobia, pero también la beatería de la tolerancia. Si tú toleras
cosas que les hacen a otros por la buena razón de que a ti no te pasan, tu
noción de tolerancia no puede ser más malvada además de extravagante. Ninguna
religión puede pedir tolerancia para todos sus supuestos; máxime religiones
como la de los imanes de la trapa, que quieren hacerse organizadores de la
rabia. Además, hay un grupo social con gente no especialmente autorizada para
hacer esto ni con los canales mejores para poder pensar, por su propia
situación, por su propia posición en los acontecimientos con los que está
tratando.
¿Qué está haciendo el Estado francés? El Estado francés se ha dado
cuenta de que desde que en el año 1989 se decidió que cada centro hiciera lo
que bien le pareciera, el velo iba in crescendo, no disminuía. El Estado
tenía que decir algo.
Yo no veo la ley del velo como algo que vaya a acabar con el
fundamentalismo, que tiene muchas maneras de manifestarse, muchas raíces...
Había que atenderlo de mil y otras formas, y más vale que podamos hacerlo.
Francia será maestra en esto, porque Francia está empezando. El problema es
mayor que todo esto. La ley del velo es un signo de que el Estado francés se da
por enterado de que tiene un problema, y desde luego no piensa seguir
utilizando una falsa noción de tolerancia para afrontarlo. Hay que tener en
cuenta una cosa: muchas veces la gente que pide falsa tolerancia en realidad lo
hace para cualquier práctica de éstas, cuando son prácticas especialmente
atentatorias. En verdad, lo que están transmitiendo es lo siguiente: “Bueno,
¿qué nos importa? no es nuestro problema. ¿Qué problema tengo yo? Esta gente
que se vuelva a su sitio; mientras estén aquí son sus costumbres, ¿qué
importa?”. Sí, pero es que se van a quedar... No vale simplemente consensuar
una cosa que se llama tolerancia, cuando están dando ese nombre a una falta
total de respeto: “Vente aquí; yo te voy a utilizar, y mientras tanto te digo
que te tolero: ¿viste que bien?” Pero, muy al contrario, se van a quedar. Es
entonces cuando empezamos a asistir a las extrañas alianzas.
En el año 1989 se plantea por primera vez el problema del velo. El
Consejo de Estado decide que cada centro haga lo que bien le parezca: el
director o directora de un centro situado en una barriada especialmente
conflictiva es quien tiene que dar el do de pecho a favor del republicanismo y
la laicidad sin el amparo del propio Estado detrás. ¿Qué es lo que ha sucedido?
que los directores y directoras se van lavando las manos a medida que la marea
verde va subiendo; dicen: “No soy yo quien tiene que lidiar con esto”. La ley
del velo significa, por primera vez y por la gran cantidad de apoyos que ha
tenido en la cámara, que el Estado francés de repente se acuerda de que es
laico. Eso está bien porque Francia es el único país de Europa en el que la
Constitución dice que es un Estado laico. Por cierto, como va a haber que
cambiar la Constitución española, a ver si alguien se acuerda de esto, porque
su interés tiene; es importante de cara a la Constitución europea porque la
estamos gestando. Es muy importante dejar claro la laicidad.
¿Qué es lo que hace la ley francesa? Naturalmente, no contenta a
nadie. Creo que fue en el propio año 1989, cuando se presentó el primer
conflicto con el velo, cuando el imán de la mezquita de París salió diciendo
que el velo era un signo religioso y que por tanto era la tolerancia religiosa
la que tenía que avalarlo; e inmediatamente salió el cardenal católico de París
y dijo que el imán tenía toda la razón. Vamos a ver, permítanme que haga una
broma (ya sé que muy torcida, muy desagradable): hay ciertos señores de
avanzada edad con afición a llevar faldas de colores a los alrededores a los
que no se les puede dejar juntos diciendo cosas.
Yo supongo que lo que luego ocurre no tiene nada que ver con la
puesta en escena, pero por ejemplo tras el atentado del 11 de septiembre contra
la torres gemelas se organizó –EEUU es una nación muy religiosa- una
celebración multicultural. Era curioso ver la cantidad de tocados y faldas que
hay para decir lo mismo: todos varones, cada uno con una cosa diferente
alrededor, cada uno mandando una plegaria al único dios único..., era muy
curioso de ver.
Los valores que nos han permitido vivir juntos y moderadamente
mejor en los últimos dos siglos son los valores de la laicidad. Los valores de
la laicidad dicen que las religiones se tienen que tolerar entre sí, el Estado
ampararlas a todas y no darle la razón a ninguna. Últimamente nuestro
presidente de la conferencia episcopal ha llamado a esto ‘fundamentalismo
laicista’. Hay que decirle a este señor, aunque yo no soy la más autorizada,
que ‘fundamentalismo laicista’ es muy bonito y se lo debe haber contado alguien
que tenga en su gabinete, pero es una expresión sin sentido. El laicismo no
puede ser fundamentalista; sólo la religión puede serlo (el cristianismo
también lo ha sido) porque consiste en coger el texto revelado y decir que el
texto revelado tiene que suplir a la ley civil, que la palabra de dios es más
perfecta que cualquier consenso humano y que por lo tanto nos vamos a regir por
lo que diga este libro. Esto es fundamentalismo. Regirse por la Declaración de
Derechos Humanos de 1948 no es ningún fundamentalismo. Es la única Declaración
que pone las bases para una ciudadanía mundial y para la moral contemporánea,
aquello a lo que tenemos derecho, lo que podemos esperar y cómo hacer los
canales institucionales para lograrlo; eso no es ningún fundamentalismo. No
existe el fundamentalismo laicista. Me temo que hay que ir aclarando estas
cosas en el debate y que no va a ser fácil porque yo no desdeñaría jamás el
enorme poder que tienen las religiones como iglesias organizadas ni el enorme
poder que tienen sobre las conciencias.
¿Qué ha logrado este manifiesto? Este manifiesto ha tenido algo
que ver con el informe que está en la base de la ley: el informe Stasi. Para
realizar este informe sobre la laicidad se reunió una comisión de todo tipo de
personas, se supone que informadas. Este informe no ha sido nada fácil de
construir, ha llevado un largo debate. Es un informe muy bueno; quizás
convendría editarlo aquí, porque aquí no se hecho nada parecido. Aquí sólo
hemos tenido un indicio de por dónde pueden ir las cosas hace un par de años
ante el problema de una niña en un Instituto de los alrededores de Madrid, pero
no se ha hecho un informe ni nada. Quizás estamos escondiendo la cabeza debajo
del ala, creyendo que ya pasará el temporal, cuando no estamos soportando que
desde ciertos reductos muy falsamente autoconcebidos como progresistas se nos
diga que el multiculturalismo es una buena ley democrática y que hay que
respetar cualquier cosa presente en cualquier cultura y que lo que hay que
hacer es un esfuerzo de comprensión.
Las cosas que no son respetables no tienen que ser respetadas. Las
religiones no son formas de organizar una comunidad política y ni siquiera está
claro que sean buenas formas de organizar socialmente a las personas. La tabla
laica de valores parece haber dado hasta el momento bastantes buenos resultados
allí donde se puede hacer realista mediante políticas adecuadas. Este asunto se
enfrenta política y presupuestariamente al gravísimo problema de la formación,
de la exclusión y de los ghettos; la integración es necesaria y si no, esto no
sale. Pero hay que proteger a las ciudadanas –porque lo son- de regresiones
normativas que estén avaladas por ideas religiosas y que mermen sus libertades
individuales, aunque todas las religiones del mundo digan que esto es una cosa
que todavía no saben si sus dioses les autorizan a pensar. La religión es un
asunto privado: compromete la relación que tiene el/la creyente con la
divinidad y tiene sus lugares, que hay que mantener separados de aquellos donde
se transmiten los valores que hacen posible la convivencia política. Yo estoy
de acuerdo en que estos últimos lugares no estén presentes los signos
religiosos. Ello no le resta dignidad a la religión.
Pero hay religiones y religiones. Nuestra religión ha tenido fases
fundamentalistas en el pasado y no es descartable que pudiera tenerlas todavía,
porque todas las religiones pueden tenerlas. El problema es sujetar la religión
allí donde empezó a ser llevada después de las enormes guerras de religión en
Europa: la conciencia de cada cliente, pero que deje de organizar la vida de
las personas a no ser que se trate de formas de vida religiosa que estén de
acuerdo en concebir una comunidad universal, es decir ellas mismas
universalistas. No es ese el caso de la mayoría de ellas. Hemos heredado formas
religiosas que van adelgazando sus pretensiones de normar, de mantener a las
personas hormadas y agarradas, pero ni con mucho todas las religiones que
conocemos son para nada suaves. Creo que es excesiva la pretensión religiosa de
que orillemos el debate religioso cuando hablamos de fundamentalismo. Puede
ocurrir que los religiosos nos digan que orillemos el debate religioso, que
solucionemos esto sin tocar a las religiones: “No toquemos la religión,
arreglemos lo del pañuelo”. No se puede.
Vamos a tener que tocar todos los signos religiosos para
deshacernos quizás de lo onerosos que sean dos o tres, pero no creo que las
personas que son verdaderamente creyentes (que no sean creyentes por defecto ni
por miedo) lo noten, ni les afecte. Cuando la religión se vuelve privada,
cuando se vuelve asunto para el creyente, un asunto mediante el cual él o ella
construyen su propio yo de otra manera... no creo que les afecte; lo que nos
aparece es otro tipo religioso que probablemente tiene que ver con el
desarrollo individual pero que justamente ha cortado sus conexiones brutales
con la más arcaica normativa social, que es la que está en el fondo de muchas
de las formas religiosas. Pienso que este manifiesto es claro en esto también,
y que ha avalado parte del informe Stasi (que es magnífico). En el informe
Stasi se llega a decir lo siguiente:
“Los grupos comunitarios (grupos cuya adscripción es religiosa) a
fin de movilizar militantes explotan las enfermedades sociales, desarrollan una
estrategia de agresión contra los individuos a fin de hacer que se plieguen a
la norma comunitaria. Estos grupos actúan en los barrios marginados sometiendo
a las poblaciones más frágiles a una tensión permanente...”
Estas poblaciones más frágiles son las mujeres de esas barriadas.
Nunca olvidemos que las libertades que tenemos son libertades recientemente
conquistadas y con cierto estatuto de fragilidad, que el mejor aliado de la
libertad de las mujeres ha sido precisamente el laicismo y que ahí nos tenemos
que seguir desarrollando.
Si lo que he contado más o menos (¿por qué este manifiesto?)
sirve, les doy las gracias por su atención. Esto tiene más lecturas. No
pretendo cerrar el debate; pero tenemos un problema -las mujeres tenemos un
problema-, aunque el problema que tenemos no es sólo de las mujeres sino que
hay un problema de convivencia en Europa para llegar a unas sociedades que sean
capaces de estar integradas. Lo que no podemos es desconocer el problema
diciendo que como sólo lo sufren unas cuantas niñas ese problema no existe.
Cuando las mujeres sufren un problema, a muchas mujeres les duele algo: que la
sociedad tiene una grave herida en alguna parte. Yo sólo quería aportar que
esto es así y que los problemas de las mujeres no son problemas accidentales,
porque donde están situadas las mujeres es el núcleo duro de la adscripción
social y por tanto la libertad de las mujeres pone en peligro muchas cosas que
un grupo resistente quiere que no ocurra.
Estamos asistiendo a un serio debate de unas ciudadanas y por eso
estoy a favor de que el Estado francés haya dicho que está a favor de los
derechos de las ciudadanas; yo creo que es lo que se pretende con esta ley.
Nada más, gracias.